La supervivencia media a un cáncer oscila ahora en España entre el 55% y el 57% de los afectados. Esta abstracción estadística incluye tanto a quienes sufren un glioblastoma, el tumor cerebral que permite una supervivencia desde el diagnóstico de unos 14 meses, como a quien sufre un cáncer de pulmón -cinco años después de la detección vive el 18% de los enfermos- o las mujeres con cáncer de mama, de las que el 85% conservan la vida tras cinco años de enfermedad. En el centro se sitúan los afectados por cáncer de colon -el más común sumando ambos sexos- el 58% de los cuales sobreviven pasado un lustro. Estos datos constatan que el cáncer, sujeto a incesantes avances, sigue siendo una enfermedad altamente letal, a la que solo la investigación y el conocimiento pueden poner algo de freno.

Esperanzas no faltan. Por primera vez, los científicos que investigan los mecanismos que conducen a un cáncer han establecido paralelismos entre la incesante variabilidad, en planos simultáneos, que, han visto, experimentan los tumores malignos en su lucha por sobrevivir en un cuerpo enfermo, y las masivas mutaciones que transforman al virus del sida, el VIH, en el riego sanguíneo de un individuo, hasta convertir en una quimera su erradicación.

También por primera vez, los investigadores oncológicos se han marcado como uno de sus objetivos más radicales conseguir que, a corto plazo -unos cinco años-, «algunos» cánceres se comporten como una enfermedad crónica que, al igual que la infección del VIH, exigirá tratamiento diario e indefinido pero, a cambio, mantendrá lejos la amenaza mortal.

REVOLUCIÓN / «Se dan las circunstancias para que, en unos cinco años, sea posible cronificar algunos tumores, lo que supondrá una auténtica revolución en los tratamientos del cáncer», asegura Joan Seoane, investigador en el Instituto de Investigación Oncológica del Vall d’Hebron (VHIO).

«Vemos muy difícil alcanzar la erradicación del cáncer, una curación general, pero los cambios tecnológicos y la secuenciación del ADN de los tumores conseguidos en los últimos cinco años nos están permitiendo conocer por qué una terapia funciona contra un tumor y no en otro aparentemente del mismo tipo, o la razón por la que un tratamiento va bien a un individuo pero solo durante un tiempo», añade Seoane. «Igual que hace el VIH en el cuerpo de un infectado, el cáncer de un individuo está constantemente cambiando para adaptarse al tratamiento que lo intenta combatir: es un ser vivo que somete a sus células a una enloquecida selección darwiniana por la supervivencia -describe-. Las nuevas terapias van a tener en cuenta todo eso, porque ahora podemos mantener un control continuo del tumor».

Informar de que se sufre un cáncer de hígado, mama, próstata, pulmón o cualquier otro tipo, es informar de muy poco, coinciden los médicos. La clave imprescindible para definir un diagnóstico oncológico se denomina «heterogeneidad», un perfilado individual multifacético en el que los científicos se adentran -aún de forma experimental- con el fin de caracterizar las tres peculiaridades que deben conocer si pretenden combatir con éxito un cáncer.

Todos los tumores son heterogéneos de una persona a otra, distintos entre sí aunque afecten al mismo órgano. Las células de un cáncer que se escapan, viajan por la sangre y anidan en un segundo órgano causando metástasis tienen un perfil tumoral distinto al núcleo original, y no reaccionarán igual si se les aplica el mismo tratamiento que al primero. Y el tipo de lesión que causa en el hígado, el pulmón, la mama u otro órgano un tumor metastásico no coincide con las características del cáncer inicial. «Esas son las tres heterogeneidades que hemos de conocer antes de tratar un cáncer», sintetiza Seoane.

La segunda línea de investigación oncológica que mantiene el entusiasmo científico internacional es la que persigue liberar las barreras que los tumores establecen para inactivar a las células del sistema inmunológico que debería acabar con ellas. Los tumores, explican los investigadores, «saben» escapar de la acción inmunológica con que los seres humanos, habitualmente, repelen la invasión de los microorganismos que lo visitan a lo largo de la vida. «El sistema inmunológico de las personas está diseñado para combatir virus, bacterias y cualquier elemento que pretenda infectarlo, pero el tumor crea una especie de escudos que lo hacen inaccesible a las células inmunitarias -explica Seoane-. Pues bien: ya se ha encontrado la forma de eliminar esos escudos».

La potenciación del sistema inmunitario del propio enfermo es uno de los caminos que en estos momentos absorben más inversión económica y esfuerzo humano dirigidos a frenar la progresión del cáncer en el próximo decenio.

PREVENCIÓN / Por otra parte, destacar que las cifras de afectados por cáncer no dejan de crecer en todo el mundo, en especial en Occidente, donde los factores de riesgo identificados forman parte de la vida cotidiana de las personas. La incidencia del cáncer ha crecido el 8% en el último año. Esos factores causantes de tumores son objeto de investigación colateral de la que se suele informar a título orientativo. Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS), o la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), alertan del riesgo de consumir en exceso carne roja procesada, de inmediato surgen voces que diluyen sus avisos. El foco principal de la investigación oncológica se centra en diagnosticar y tratar los tumores, en tanto que la prevención es el perpetuo eslabón débil.

Hasta el 30% de los cánceres son consecuencia de la alimentación, asumen las Administraciones sanitarias. El 20%, tienen como factor causal la contaminación ambiental de las ciudades. Otro 20% surgen de los hábitos o consumos tóxicos, de los que el tabaco es máximo exponente. Menos del 5% de los cánceres son genéticos hereditarios.

Finalmente, un foco de preocupación son los niños que ahora sufren exceso de peso y obesidad. Casi el 17% de esa franja de edad. Está demostrado que la obesidad y el sobrepeso en la adolescencia son inductores del cáncer.