El extremeño Miguel Angel Perera, triunfador con tres orejas y la salida a hombros, se adueñó ayer en Castellón, por primera vez esta temporada, del cetro del toreo, una felicidad sin embargo, como en la víspera la de José Tomás, empañada por las sospechas de "afeitado".

De la corrida merece destacar sobremanera la actuación de Perera, con la que casi deja en la cuneta la obra de Tomás en la víspera que por las pasiones desatadas parecía imprescindible.

Toreo muy recio y asentado, de temple y dominio. Un Perera muy firme y seguro en todo momento, por encima de las escasas posibilidades que ofreció su primero, que en otras manos es muy probable que se hubiera negado. Un toro correoso, al que dejó prácticamente sin picar por su endeble casta, y al que sujetó con mimo, estética y poderío.

Tres pases cambiados y ligados a otros tantos estatuarios en la apertura, sin enmendarse en una escalofriante actitud de aguante, marcaron las líneas maestras de la faena, sólida y muy bella.

Y todavía nota mucho más alta en el sexto. Otra vez quieto y derecho como una vela en todas las intervenciones. Templados y bonitos lances a la verónica. Escalofriante quite con el capote a la espalda. Este toro, más encastado que ninguno, prestó más emoción. Perera le presentó siempre la muleta adelantada para que hubiera continuidad entre los pases, que surgían sin solución de continuidad. Y todo por abajo. De nuevo el temple, arma primordial para ganar en profundidad.

Entre series, artísticos remates de trinchera, alegres pases del desdén, lentísimos cambios de mano y los muy largos de pecho. Extraordinaria variedad como aderezo de lo fundamental. El toro, siempre muy metido en la muleta.

Faena completa por donde se mire, pues hasta en el fin de fiesta de muletazos invertidos y manoletinas, evitó Perera que el animal se fuera a la querencia como era su intención. Tras la estocada, dos orejas y explosión de júbilo.