El oleaje de las aguas trae consigo a las playas del norte de Francia misteriosos compañeros. No son las conchas y las caracolas habituales, sino cientos de miles de bolas amarillas que siembran más de 30 kilómetros de costa. Parecen esponjas, pero los expertos ya han descartado que sean eso, según la BBC. Es parafina y lleva arribando a las playas de la región de Calais desde el 17 de julio.

Su origen es hasta ahora incierto, aunque las autoridades francesas y la ONG Sea-Mer Association sospechan de que dicho material puede haberse desprendido de alguno de los 400 buques comerciales que de promedio cruzan las aguas del Canal de la Mancha. Jonathan Hénichart, presidente de esta ONG que defiende la biosfera y se implica en el Medio Ambiente ha alertado que este episodio no es nada nuevo. "La primera vez no fue parafina amarilla, sino rosa. Y este verano recibimos tres toneladas de parafina blanca", ha declarado a una radio local francesa.

100 AÑOS EN BIODEGRADARSE

Las autoridades afirman que esta sustancia no representa un peligro ni para la salud pública ni para la flora y fauna, según recoge el periódico local 'La Voix du Nord'. Por ello, las playas continúan abiertas, aunque la prefectura desaconseja tocar o ingerir esas bolas. Los operarios públicos llevan ya unos días retirando cada mañana los restos que arrastra el mar, aunque hasta la fecha no dejan de llegar nuevos residuos.

Jérôme Hemberger, presidente de la asociación Nature Libre, ha declarado a la agencia Ruptly que las partículas de este material pueden ser transportadas y esparcidas por el viento muy fácilmente. "Este material es petrolífero, por lo que va a necesitar alrededor de 100 años para biodegradarse", subraya.