Agustín González, uno de los grandes característicos del cine español, falleció ayer en la clínica de La Zarzuela de Madrid, a causa de una neumonía. Tenía 74 años y hasta hace unas semanas estuvo trabajando en un escenario teatral, uno de sus lugares predilectos, en la obra Tres hombres y un destino . Murió casi al pie del cañón, en su hábitat natural, actuando, algo que venía haciendo prácticamente sin pausa desde el año 1952.

Con la muerte de González el cine español se queda prácticamente huérfano de aquellos actores, mal llamados secundarios que, en los años 50 y 60, mantuvieron firme el andamiaje de la industria del cine.

Actor extremadamente sólido, a menudo cáustico como pocos, válido tanto para la comedia como para el drama, supo adecuarse a personajes muy distintos pese a una presencia y una voz, hosca y severa, reconocible, de divertido cascarrabias. Fue casi siempre intérprete secundario, pero algunos filmes se crecen cuando él aparece en cuadro.

Nacido en Madrid, el 24 de marzo de 1930, González debutó profesionalmente en el teatro en 1952, con la compañía del actor Luis Prendes, después de realizar estudios inconclusos de filosofía y letras, aparejador y périto industrial. Dos años después intervenía en su primera película (Felices pascuas , de Juan Antonio Bardem) y, en 1958, debutaba en televisión, donde trabajó regularmente con un peso pesado del medio como Jaime de Armiñán.

González estuvo presente en el cine más inquieto del momento, estableciendo lazos de complicidad con los mejores directores españoles, así como en algunas de las comedias más comerciales, caso de la hoy reivindicada Atraco a las tres (1960). Con Bardem repitió en A las cinco de la tarde (1962). Estuvo a las órdenes de Luis García Berlanga --posiblemente el cineasta que mejor exprimió sus cualidades para la ironía socarrona-- en Plácido (1961), El verdugo (1963), Tamaño natural (1974), La escopeta nacional (1977), Patrimonio nacional (1981), Nacional III (1982), La vaquilla (1985), Moros y cristianos (1987) y Todos a la cárcel (1993).

Fernando Fernán Gómez, otro de sus grandes valedores, le dirigió en La vida alrededor (1959), El mundo sigue (1965), Cinco tenedores (1979), Mambrú se fue a la guerra (1986), El viaje a ninguna parte (1986) --en una de sus más notables interpretaciones como uno de los cómicos de la lengua-- y Siete mil días juntos (1994). Trabajó con Edgar Neville en Mi calle (1960) y con Carlos Saura en Llanto por un bandido (1964).

Se convirtió en un rostro asiduo en la obra de Armiñán, José Luis García Sánchez, José Luis Cuerda, Fernando Trueba y Mario Camus. En La colmena (1982), de este último, demostró su capacidad para ser uno más, y, a la vez, de los más brillantes, en un reparto coral.