Hace sólo un mes, en una de sus últimas y escasas apariciones públicas antes de la muerte de su marido, Nancy Reagan volvió a comprometerse en la lucha contra el Alzheimer. "El viaje de Ronald le ha llevado a un lejano lugar donde ya no puedo alcanzarlo. Haré todo lo posible para liberar a otras familias de este dolor". La exprimera dama sufrió durante una década la larga agonía del Alzheimer. Sola, en silencio, su única preocupación en los últimos años se ha centrado en que el Gobierno levante las restricciones sobre la investigación con células madre de origen embrionario.

Ya en agosto de 2001, cuando el presidente estadounidense puso límites en este campo con el objetivo de "proteger las etapas más tempranas de la vida", Nancy Reagan le pidió que reconsiderara su decisión. Desde entonces, se ha movilizado discreta pero firmemente para conseguir que la Casa Blanca cambie su política sobre este debate que toca también de lleno a la actual primera dama, cuyo padre murió de Alzheimer. Preguntada por esta cuestión, Laura Bush reconoció esta semana la tragedia, "el largo adiós del Alzheimer", pero apoyó la decisión de su esposo por razones éticas. "Tenemos que distinguir entre ciencia y ética, y desde luego el de las células madre es un asunto que se debe tratar con mucho cuidado", dijo.

De momento, los contactos de la mujer que ocupó la Casa Blanca en los 80 están dando sus frutos. El pasado lunes, 58 senadores --14 de ellos republicanos y contrarios al aborto-- enviaron una carta a Bush para ejercer presión a favor de la polémica investigación.

LA PARADOJA Curiosamente, los científicos confiesan que el Alzheimer sería una de las enfermedades menos beneficiadas por estos tratamientos. "Las posibilidades en el caso del Alzheimer son escasas. Creo que pronto optaremos por otras terapias". Con Michael Shelanski, investigador del Centro Médico de la Universidad de Columbia, coinciden muchos de sus colegas.

Las células madre de embriones humanos podrían servir como una especie de "parche universal" para órganos dañados. Incluso algunos estudios sugieren que, inyectadas en un corazón con problemas, pueden estimular el desarrollo de un músculo sano. Pero, al contrario que en el Parkinson, la diabetes o las dolencias de la espina dorsal, en el caso del Alzheimer supone la pérdida de un enorme número de células nerviosas, así como de las innumerables conexiones entre ellas.