Si hay tragedia en el traslado de un pueblo entero a otro realizado expresamente para esta mudanza, en las imágenes de José María Ballester no se aprecia. No que no haya sino que sus habitantes no la expresan: hay en ellos algo parecido a la aceptación: algunos ríen, alguno llora. Hay muchas caras serias. Pero el río de la vida enseguida se lleva todo eso en la nueva Aldeia da Luz. El lugar, a ocho kilómetros de Mourao, municipio de la provincia de Evora, está situado en el ámbito de la presa de Alqueva, la más grande de Europa, y fue deshauciado ante la inminente presencia de las aguas del embalse, y sus habitantes mudaron a otro pueblo nuevo.

Este proceso es narrado por la cámara del fotógrafo extremeño en una exposición en el centro San Jorge, de Cáceres, dentro del programa de Agora, el debate peninsular .

TRES ACTOS

A Aldeia se fue Ballester para contar en la mudanza de la aldea: los últimos gestos de la vida de un pueblo de 373 habitantes: fiestas, bodas, reuniones que se realizaron en ese lugar antes de que las aguas lo cubrieran todo. Ballester acompañó el traslado y recogió el despertar de otras ilusiones en el nuevo hogar. La cámara de Ballester capta el paisaje ondulado del Portugal rural, sus aguas, el estado del muro de la presa, y sobre todo los rostros: viejos, niños, mujeres, hombres posan ante el fotógrafo o son cogidos en sus actividades cotidianas.

Ballester, que ha realizado numerosas exposiciones desde 1986, dedica también una serie de imágenes a la arquitectura que acoge a los habitantes de Aldeia da Luz: una arquitectura blanca, sobria, que no destaca, a la altura de sus nuevos pobladores.