Los humanos que vivían de la caza y la recolección en la Europa paleolítica eran de piel oscura, ojos azules y relativamente altos. Tras la revolución agrícola del neolítico, hace 9.000 años, la piel se fue aclarando, los ojos se oscurecieron --al menos en el sur-- y la altura bajó. La sedentarización se tradujo en cambios en el ADN cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días: desde la aparición de la celiaquía hasta la tolerancia a la leche.

Así lo apunta un estudio publicado en la revista Nature , que ha analizado el ADN de 230 individuos que vivieron en varios lugares de Europa hace entre 8.000 y 3.000 años. Es una cantidad descomunal de genomas humanos antiguos, que incluyen desde representantes de los primeros grupos agrícolas de la Anatolia hasta habitantes de Atapuerca, y se han comparado con humanos actuales y con muestras anteriores a la revolución agrícola. En este trabajo internacional han participado científicos de Madrid, Burgos, Tarragona, Valladolid y Barcelona.

Los investigadores han agrupado en bloques temporales las muestras de yacimientos del continente. Así, han visto que en ciertos momentos aparecieron mutaciones que luego se extendieron. "Por ejemplo, un individuo que vivió hace 4.300 años en la actual Alemania es el humano más antiguo que conocemos con los genes que facilitan la digestión de la lactosa en adultos, una capacidad hasta entonces rarísima y que sin embargo hoy posee buena parte de la población europea, sobre todo en los países nórdicos", explica Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona y coautor del trabajo, quien lamenta que justo él no posee esa capacidad.

La vinculación con la revolución neolítica es clara. Los humanos pasaron a dedicarse a la agricultura y la ganadería: los que disponían de mutaciones que les permitían consumir la leche de sus animales tenían una ventaja evolutiva al acceder a una fuente más de comida, especialmente cuando en invierno escaseaban otras opciones.

Pero el estudio ha encontrado otros cambios significativos en regiones del genoma, 12 en total. Con el tiempo, en el neolítico se van abriendo camino genes relacionados con la celiaquía. ±La dieta basada en cereales de los agricultores generaba la carencia de una vitamina que estas mutaciones logran compensar", explica Lalueza. Pero las mismas mutaciones tienen variantes con un efecto colateral: una mayor probabilidad de sufrir celiaquía. "Estos hallazgos permiten entender la demografía y las migraciones del pasado de una manera que sería imposible con otras técnicas arqueológicas", afirma Marina Lozano, investigadora del Instituto

Catalán de Paleoecologia Humana y Evolución Social (IPHES), en Tarragona.

EL ASPECTO FISICO Lo más curioso son los cambios en el aspecto físico que se pueden entrever a partir de los genes. Los genes de los cazadores-recolectores anteriores al Neolítico, como los de La Breña en León, sugieren que su piel era más oscura que la actual. El estudio documenta la aparición de genes asociados a pieles claras. "Los cazadores ingerían mucha vitamina D, por ejemplo del hígado de las presas. Una dieta de cereales no proporciona bastante vitamina D, así que se complementa sintetizándola en la piel por efecto de los rayos ultravioletas", explica Lalueza. Una piel más clara permite más penetración de los rayos. Por eso, en los países poco soleados del norte de Europa se dan suplementos de vitamina D a los niños africanos, por ejemplo.

Además, el estudio documenta la aparición de conjuntos de genes implicados en la inmunidad, por ejemplo, el responsable del rechazo en los trasplantes. "La aparición de enfermedades infecciosas transmitidas por los animales domésticos y el hecho de vivir en grupos más grandes y densos podría explicar estos cambios", dice en otro momento este experto.

MAS DESCUBRIMIENTOS El trabajo confirma también que en el ADN de los europeos hay trazas de tres contribuciones antiguas: las poblaciones anteriores al neolítico, los agricultores orientales que posiblemente trajo la agricultura y los pastores esteparios que llegaron a Europa hace 4.500 años. "Mucho de lo que encontramos parece estar relacionado con el cambio de vida hacia la agricultura y la ganadería", apunta Lalueza. "No somos iguales a los hombres paleolíticos en aspectos esenciales de nuestro ADN, pero tampoco lo somos a individuos de hace solo 3.000 años", concluye.