TAtyer fui a votar y por tercera vez tuve que hacerlo en un lugar indigno para el ejercicio del más importante derecho ciudadano. Como en mi barrio apenas hay edificios públicos medio decentes para que ejerzamos la soberanía, tenemos que ir a un almacén de vías y obras, junto al más viejo de los puentes de Badajoz, donde nos hacen sentir la ilusión de estar decidiendo algo rodeados de bancos rotos, ladrillos y maquinaria. De nada sirve haberlo denunciado públicamente en otras ocasiones ya que alguien sigue considerando que la chusma puede votar de cualquier manera. En el camino al lugar de las votaciones --me niego a llamarlo colegio electoral-- vi menos vallas electorales, ésas que sirven para que alguien las vea y decida apoyar al señor guapo de la foto. Lo que sí que hay por doquier son cartelones de chapa con una especie de E mayúscula a la que han puesto encima el dibujito de la ñ . No hay plazoleta en la ciudad que no tenga uno. Dicen que sirven para que los ciudadanos nos enteremos de que se van a gastar un dinerito en adecentarnos el lugar, crear unos empleos temporales y rebajar las cifras del paro. Imagino que no soy el primero en pensar que, si se ahorraran los carteles, se podrían arreglar muchos más espacios urbanos y dar más trabajo a los desempleados. Los ciudadanos, los que votamos en cuchitriles inmundos, no necesitamos tantas vallas gigantescas para vendernos qué se va a hacer y de dónde sale el dinero. Nos bastaría con que de forma silenciosa nos fuéramos dando cuenta de que todo va arreglándose y mejorándose. No nos lo cuenten: háganlo. Se lo agradeceremos igual. O más.