TEtxtremadura sigue siendo un país de tradiciones agropecuarias. En las ciudades, los jóvenes quizás hayan perdido esa querencia por el ganado y el campo, pero en los pueblos sigue estando muy viva. Cuando llegan a Extremadura profesores formados en otras regiones, enseguida se percatan de que mientras en Calatayud o Mieres los muchachos siguen escondiendo entre las páginas de sus libros revistas de señoras desnudas o de coches, motos y juegos de ordenador, los chicos extremeños de la ESO se distraen con publicaciones periódicas que tratan de caza, caballos, perros o toros. Es más, si quieren motivarlos para escribir o dibujar, los docentes aprenden pronto que lo mejor es proponerles redacciones de alazanes y retratos de mastines.

La semana pasada, en el marco de Agora, el debate peninsular , se celebró en Mérida una jornada en torno a los estereotipos españoles y portugueses, es decir, cómo se ven mutuamente ambos pueblos. Diversos expertos expusieron sus teorías, en general muy interesantes, pero todos provenían de grandes ciudades ibéricas (Oporto, Lisboa, Madrid) y les faltaba la inmediatez de quien vive en las tierras cercanas a la frontera. Unos días antes, encuesté a un grupo de 50 jóvenes de 15 y 16 años de Arroyo de la Luz sobre su percepción de los portugueses y la mayoría coincidió en que eran un pueblo muy riguroso y muy atractivo porque se tomaban en serio la caza y el rejoneo criando el mejor perro para buscar conejos, el podenco portugués, y el caballo más valiente ante el toro: el pura raza lusitano.