Por no interesar, no interesa ni la ruptura de Norma Duval y José Frade. La pantojadicción nos invade y no hay cabida para ningún otro asunto. Isabel Pantoja se refugia ahora en su casa de Madrid buscando, cual minotauro, la salida al laberinto en el que se encuentra encerrada. Sólo quiere que la olviden.

No es el caso de su pretendiente. Para mantener viva la polémica, el alcalde de Marbella y alcaldable del GIL, Julián Muñoz, utilizó el primer mitin de la campaña electoral para acusar de sus desgracias a los cotilleos de "un maricón y un vidente", pues tal fueron los calificativos lanzados contra dos tertulianos del programa Bravo por la tarde, de Canal Sur.

Por si eso fuera poco, ayer al mediodía el concejal andalucista Carlos Fernández, muy acertado en el papel de reparto que le ha tocado en esta farsa, se presentó ante el domicilio del alcalde marbellí para garantizar el libre ejercicio de su actividad al grupo de reporteros apostados en la puerta, a los que la guardia municipal detiene siguiendo órdenes de su jefe, el alcalde.

Carlos Fernández denunció en directo ante las cámaras del programa Aquí hay tomate que una empresa hostelera, a la que Muñoz favorece, le había devuelto los favores colocando sus furgonetas junto a su casa para evitar que los fotógrafos captaran las entradas y salidas del alcalde.

En esas estaba Fernández, cuando el dueño de las furgonetas le acusó de "sinvergüenza" y de deberle un banquete con "cigalas". A todo esto, Maite Zaldívar, causante del fuego, se pasó el día hablando en la teles, actuando ahora como bombero. Lo dicho: Pantoja, ¿quién te manda meterte en este lío? Continuará.