Ya tiene todos los récords, pero, como se demostró ayer, su ambición torera sigue sin límite. Al extremeño Miguel Angel Perera, el torero que más triunfos de Puerta Grande ha encadenado en una temporada, le motivaba mucho el gesto de encerrarse con seis toros, y en la plaza más importante del mundo. Todo un gesto.

Y no iba a quedar ahí la cosa. Del gesto a la gesta. Perera buscó el triunfo a sangre y fuego, superando todos los límites y en todos los órdenes. No regateó el esfuerzo en el que abrió plaza, un manso a más no poder y en el límite de la invalidez, que se negaba a dar la cara. Quiso tanto Perera que por un momento se obró el milagro de una tanda de naturales lentos y templados, magníficamente ligados. Y la estocada, por arriba y sin puntilla.

También en el segundo floreció pronto el buen toreo, en un quite por faroles invertidos con gaonera. Torería en las probaturas con la muleta, y secuencias de mucho empaque, como un cambio por detrás hilvanado a un desmayado. Y el aguante en el toreo por la derecha cuando más soplaba el viento, obligado a estar más pendiente si cabe de la muleta que volaba que del toro. Tragó mucho en éste. Y atacó otra vez con la espada como un cañón, sin embargo, saliendo cogido. Pasó por primera vez a la enfermería, interrumpiéndose el festejo durante quince minutos.

"Sin anestesia, ni siquiera un calmante", como explicó el doctor Máximo García Padrós, se dejó curar, volviendo al ruedo más despierto, muy motivado. Y la faena al tercero fue más uniforme, con más ritmo y unidad, llevándole muy tapado, obligándole a alargar los viajes, mientras le acompañaba con la cintura hasta el final de unos muletazos increíblemente largos, hondos y pausados. El toro, bravito, tuvo sus complicaciones, pero le cogió el punto ideal. Tan a gusto toreaba que sonó un aviso antes de montar la espada, por cierto, otro espadazo por arriba. Y van tres en tres. Y primera oreja.

El segundo trofeo, del quinto, fue premio al valor. Faena de extraordinaria naturalidad y aplomo, otra vez de mucho aguante, conforme acortada distancia para acabar pisando unos terrenos inverosímiles. Emotivo arrimón, con final por ajustadísimas bernadinas. Otro aviso mientras toreaba y estocada que no falla. Cortó una oreja, pero jugó sucio el presidente guardándose el pañuelo hasta el final para no dar la segunda.

El saludo capotero al quinto, por finos delantales, fue algo muy solemne. Y en ese aire quiso abrir faena de muleta, cuando en el segundo estatuario, ¡zas!, el viento y el toro al 50%, se lo llevaron por delante.

Enseguida se vio que la cosa era grave. Pero Perera quería quitar importancia, resistiéndose a entrar en la enfermería, mientras sangraba abundantemente. Un torniquete aplicado allí mismo con el corbatín de un banderillero amortiguó la hemorragia. Pero se veía que no era suficiente. No dejaba de manar sangre.

Fue el triunfo a sangre y fuego. Perera siguió toreando. Una lección de arrojo, pundonor, temeridad y torería, que se vivió en el tendido con satisfacción y congoja al 50%. Emoción desbordada cuando por fin dio muerte al toro. Otra estocada, la quinta de cinco. Perera recogió la oreja antes de marcharse por su pie otra vez a la enfermería. La preocupación en el quirófano ahora fue grande. Estaba herido "muy grave". Herido, pero triunfante, conforme se había propuesto.

PARTE MEDICO El diestro de Puebla del Prior, que hoy no podrá estar en Zafra, se encontraba, al cierre de esta edición, en estado "muy grave", al sufrir una cornada "en la región crural, con una trayectoria hacia arriba y adentro de 15 centímetros, que contusiona la arteria femoral superficial", según el parte médico facilitado en la enfermería, donde fue operado del muslo derecho.

Su apoderado, Fernando Cepeda, tras señalar que "ha hecho historia", subrayó que el extremeño "ha sido muy fuerte. Tiene un trombo, que depende de cómo evolucione, tendrán que operarle otra vez". Camino de la clínica Virgen del Mar donde le iban a hacer más pruebas, resaltó cómo el maestro le preguntó "si podía salir a matar el sexto! Una locura".