TDtesde hace unos meses, la política placentina es una fuente de inspiración para la ironía y la rechifla. La oposición se mueve por lo que ve en las tabernas, los concejales del equipo de gobierno se dedican a zurrarse la badana los unos a los otros, el aliado regionalista se tira al monte y, tras ser mimado y privilegiado por el PSOE, sale por peteneras y la alcaldesa no pone orden ni concierto. Creo que ha llegado el momento de dejarse de bromas con Plasencia. La ciudad está en un momento crucial para su historia. Tras años de abandono y marginación, se avecinan inversiones e inauguraciones que podrían convertirla en el gran eje vertebrador del norte de Extremadura y en una de las poblaciones de tamaño medio con más futuro de España.

En breve, Plasencia se convertirá en un eje de comunicaciones espectacular con el cruce de las autovías de la Plata y la que unirá Navalmoral con Castelo Branco, que en el futuro será el camino más corto entre Madrid y Lisboa. Ya están en marcha proyectos singulares como un palacio de congresos, centros de investigación, nuevas residencias especializadas para enfermos de Alzheimer, etcétera. Pero para que las inversiones sean rentables ha de haber un proyecto municipal concertado, solidario y sin fisuras, algo que hoy no existe. El ridículo lamentable que está haciendo el grupo de gobierno de Plasencia es una vergüenza para el PSOE extremeño y da alas a quienes piensan que la izquierda no quiere cambiar las cosas, sino llegar al poder para tener cosas, aunque sólo sea poder grupuscular y sectario.