Más de una semana después de ser detenido como uno de los criminales más repudiados de la historia de Austria, el electricista Josef Fritzl será llevado esta semana por primera vez ante el juez. No ha comparecido antes porque la policía debía completar sus investigaciones, que prácticamente han culminado. "Nuestro puzle está casi terminado", dijo ayer el comisario encargado de las pesquisas, Franz Polzer. "No creo que haya muchas más sorpresas. Sabemos ya muchísimo", dijo Polzer al periódico Kurier, insistiendo en que no se deben tomar muy en serio declaraciones de algunos supuestos testigos, antiguos inquilinos del inmueble de Amstetten donde Elisabeth Fritzl fue secuestrada y violada durante 24 años por su padre, que ahora admiten haber escuchado golpes o ver a más gente bajar con bolsas de la compra al sótano.

SIN SALIR EN LOS MEDIOS En general han sido muy pocos los vecinos de Amstetten que han querido aparecer a lo largo de toda la semana pasada en los medios de comunicación, como si nadie quisiera ser identificado con Fritzl, el monstruo carcelero que ha manchado el nombre de la pequeña ciudad de 23.000 habitantes. En cambio, la localidad ha empezado a volcarse con las víctimas, a las que espera un duro proceso de recuperación y un difícil regreso a la sociedad.

De momento, se ha abierto una cuenta en un banco para el apoyo económico de Elisabeth y sus hijos y ayer empezaban a desplegarse por toda Amstetten carteles en que los vecinos pueden escribir mensajes a las víctimas.

Los investigadores siguen trabajando para averiguar cómo Fritzl activaba las dos puertas de acero de acceso a la prisión de su hija y tres hijos-nietos. También se intenta esclarecer si era verdad que hay un mecanismo de emergencia por el que Elisabeth podría haber abierto esas puertas en el caso de que su padre hubiese muerto. Una conclusión, sin embargo, ya está clara para el comisario Polzer: "Josef era un tirano, un dominador".

De momento, le podrían condenar a 15 años de prisión.