Les confieso que escribo esta crónica, queridos lectores, desde la profunda emoción y la alegría que siento al afirmar con rotundidad que, si sigue avanzando sin desviarse del camino que lleva, en Rafael Cerro hay un torero muy importante. Si este joven de Saucedilla, nacido en Navalmoral de la Mata, conserva la humildad que ha demostrado hasta hoy, y si sigue comprendiendo que el toreo es un camino lleno de espinas al que llegan sólo los elegidos que están dispuestos a asumir los sacrificios que conlleva esta difícil pero maravillosa profesión, en él Extremadura va a tener una figura del toreo.

Rafael Cerro, a modo de despedida como novillero sin caballos, dio ayer en Zafra una gran tarde de toros. Hubo muchos detalles que contar pero les diré que lo mejor fue el conjunto, la labor del joven torero durante toda la tarde, y sobre todo los fundamentos taurinos que atesora.

Dicen que los tres atributos más determinantes del toreo son tres: cabeza, valor y arte. Rafael Cerro tiene los tres. Esa cabeza para pensar en la cara del toro la demostró durante toda su encerrona pero especialmente cuando iba dando tiempo a sus novillos entre las series, y cuando iba alternando las tandas en redondo, casi de forma matemática, por uno y otro pitón a efectos de que los novillos no adquirieran resabios. También cuando elegía los terrenos y las distancias.

El valor también lo tiene este joven torero cuando se coloca metido en el terreno del toro, normalmente bastante cruzado, y cuando entre pase y pase se queda quieto sin más aditamento que dejar al burel la muleta puesta en la cara, para así ligar y dar intensidad a sus faenas.

Temple

Y arte también tiene Rafael cuando es capaz de hacer un toreo harto expresivo, un toreo bello porque no descompone la figura cuando lleva al toro y lo acompaña. Torea con todo su cuerpo, que se va con el toro de forma relajada.

Pero Rafael tiene más, y en ese más debemos de incluir una técnica muy depurada para el corto camino que ha recorrido, siendo muy determinante su acusado sentido del temple. Y sobre todo, en este joven extremeño hay un espléndido concepto del toreo, que se manifiesta en la forma de adelantar el engaño para embarcar al novillo por delante; en el trazo del muletazo, que es hacia abajo y muy largo, jugando magníficamente los vuelos de la muleta para dejar la tela siempre puesta en la cara a la vez que da el toque oportuno, más bien suave, para así torear de forma fluida, sin violencias. Además maneja muy bien el capote, con el que tiene variedad.

Al mansito primero le encontró su fondo bueno para, alternando uno y otro pitón, hacerle una faena muy expresiva y de gran intensidad. Ante el reservón y pronto aquerenciado en tablas segundo, hizo el esfuerzo para estar muy por encima. El tercero fue un novillo desrazado, que no repetía, pero ante el que se colocó en el sitio preciso para desengañarlo y pudo sacar muletazos meritorios.

El cuarto fue un novillo bravucón y, tras un precioso recibo de verónicas de rodilla genuflexa, siguió con un gran quite por saltilleras. Después estuvo firme ante este astado y se fue tras la espada, como toda la tarde.

Lo del quinto fueron palabras mayores porque se quedaba corto por el pitón derecho, pero esa faena fue un claro ejemplo de cómo se puede hacer ir a un novillo a más, tapando sus defectos, porque el torero tiraba de él y lo llevaba muy largo. Lo fue haciendo poco a poco y esa faena fue la más rotunda de todas.

El sexto prometía pero falto de raza se vino a menos. Lució ante él la quietud del torero, el aguante para adueñarse del terreno del toro. Lo mismo sucedió ante el sobrero que regalaron él y el ganadero, un animal brutote al que exprimió en terreno de cercanías.

Llegará el final del invierno y Rafael Cerro debutará en Olivenza con picadores. Será el suyo un esperado debut.