Contra viento y marea, el intolerable martirio que atraviesa desde hace 17 años Beppino Englaro parece tocar a su fin. Ni la presión incansable del Vaticano, ni las maniobras del Gobierno de Silvio Berlusconi, ni las críticas y manifestaciones en contra de los grupos de reaccionarios italianos han impedido que el atormentado padre empiece a llevar a cabo lo que el Supremo de su país consideró justo en noviembre: suspender el proceso de alimentación asistida que mantiene con vida a su hija, Eluana, desde que en 1992 sufrió un accidente de tráfico que la dejó en estado vegetativo.

La mujer, de 37 años, llegó ayer de madrugada al centro de reposo La Quiete, en Udine (noreste del país), donde los médicos tienen previsto dejar de alimentarla el viernes, después de proceder, "durante tres días, a las verificaciones necesarias". Algunos irreductibles con pancartas en las que criticaban la decisión del padre esperaron la llegada de la ambulancia, así como numerosos periodistas.

Eluana tenía 20 años cuando, al regresar de una fiesta, estrelló su coche contra un muro. El accidente la dejó en coma profundo y quedó reducida a un cuerpo cuyas constantes vitales eran estables, pero nada más.