Amadas familias, ¡no tengáis miedo!", dijo ayer Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, quien la semana pasada vinculó la violencia machista con las parejas de hecho y hace poco más de un año ofició una misa en Paracuellos (Madrid) con una bandera franquista en el altar. La frase saltó a la fama décadas atrás, en boca de Juan Pablo II, y si también fue recuperada por el líder de la cúpula eclesiástica, el cardenal Antonio María Rouco Varela, es porque a ojos de los prelados simboliza el momento por el que pasa la institución familiar --la formada por hombre y mujer, la única que según la Iglesia puede ser considerada como tal-- en Europa y en España. Rouco sostuvo que fenómenos como el aborto, el matrimonio gay o la eutanasia (no legal en España) son manifestaciones de una "grave crisis social mucho más honda en sus causas que la económica".

"¡No tengáis miedo!", les dijeron ambos a sus fieles durante la Misa de la Familia, que se celebra en Madrid desde hace cuatro años. Y los congregados, con palmas, gritos y cánticos, contestaron que no lo iban a tener. Miles de personas se desplazaron desde toda España y parte de Europa hasta la plaza de Colón, pero muchas menos al millón esperado por los convocantes.

POCA CONFRONTACION El ambiente fue poco confrontativo, de celebración, en especial durante la conexión por videoconferencia con el Vaticano, desde donde el Pontífice pidió a las familias que fuesen "santuarios de fidelidad y respeto".

Justo después, sin embargo, Rouco se acercó al micrófono. Su homilía tuvo un tono mucho más sombrío. Esto es, según el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), lo que ocurre cuando "se niega la verdad del matrimonio y de la familia": "Se ciegan las fuentes de la vida con la práctica permisiva del aborto", "se banaliza la eutanasia", "las relaciones sociales se hacen frías", "la sociedad envejece" y "la crisis demográfica imparable amenaza el futuro del bienestar económico y social".

Sus palabras, muy apocalípticas, poco tienen que ver con algunas pronunciadas en el mismo lugar hace cuatro años. La legalización de los matrimonios gais, que enervó a la cúpula eclesiástica más que el aborto, estaba aún caliente y los prelados no dudaron en cargar contra el Gobierno de Zapatero. Hubo uno, Agustín García-Gasco, arzobispo de Valencia, que señaló que el Ejecutivo se dirigía hacia la "disolución de la democracia".

Ahora es distinto. Tanto desde el Gobierno como desde la CEE se insiste en que las relaciones Iglesia-Estado pasan, al menos en las formas, por un momento mucho más plácido, al que han ayudado gestos del Ejecutivo como el de renunciar a la prometida ley de libertad religiosa.

LA REACCION DEL PSOE Prueba de este nuevo clima, y de lo poco que incomodó a las filas socialistas el acto de ayer, fueron las declaraciones de Elena Valenciano. La portavoz del Comité Electoral del PSOE comenzó fuerte. Antes de que se celebrase la ceremonia señaló que la Iglesia no comprendía la sociedad actual ni toleraba modelos de familia distintos al suyo porque era "enormemente misógina". Tras escuchar lo que se dijo en la plaza de Colón estuvo más cauta. Sostuvo que la familia no sufría "ningún tipo de crisis" y que lo que hay ahora mismo en España son "familias plurales".