A pesar de lo olvidadiza que suele ser nuestra memoria, quizá por el esfuerzo que hacemos siempre por conservar los buenos recuerdos y borrar los malos, el trágico suceso del fatal accidente del avión que partía de Barcelona con destino Düsseldorf, va a quedar grabado durante mucho tiempo en la mente de mucha gente que ha sido golpeada donde más duele, justo en el centro del corazón. Cada una de las ciento cincuenta vidas ha dejado otras ciento cincuenta historias tras de sí. Historias, seguro, que al precipitarse en un final inesperado, dejan una huella más profunda aún. No podemos discriminar cuál de esas historias es más triste o causa más dolor. A los familiares y amigos de cada víctima les parecerá la suya la más terrible. Sin embargo, a nosotros, como docentes, por sentirnos tan cercanos a los adolescentes y a las aulas y por estar implicados todos los años en experiencias de intercambios con alumnos de diferentes países, nos toca muy directamente, y nos deja la sangre helada cada vida truncada de cada uno de los alumnos y alumnas alemanes que, junto a sus profesoras, acababan de vivir una experiencia con sus compañeros españoles con un enorme chorro de intensidad vital, como sólo los jóvenes saben vivir y sentir todo lo que les acontece.

Si no te sientes cerca de ellos, es difícil imaginar con qué facilidad nuestros adolescentes de secundaria son capaces de construir una potente conexión de afectividad y amistad sincera en tan sólo nueve días, esos nueve días en los que alumnos españoles y alemanes, alemanes y españoles se funden entre sí, repartiendo sonrisas, confiando secretos, compartiendo momentos inolvidables entre ellos, persiguiendo y alcanzando sueños... Sueños alemanes que se han roto en pleno cielo, a once mil metros de altura, y se han desparramado todos en una fría y profunda vaguada de los Alpes franceses, ante la estupefacta e incrédula mirada de nuestros adolescentes españoles.

Dicen que casi pierden el avión, pero en el último momento no lo perdieron, para perder sus vidas unos minutos después. Una vez más la lección es que nuestro recorrido vital está lleno de acontecimientos que ocurren y afectan a los que se suceden a continuación. Y lo que sucede hoy, muy triste pero inevitablemente, es que nuestros alumnos españoles tienen que aprender a vivir, después de haberlo compartido intensamente todo, con la tremenda y fría ausencia de sus compañeros alemanes.