En el último volumen de la colección La Gaveta de la Editora Regional de Extremadura (Gaveta de gavetas ), la barcelonesa Anatxu Zabalbeascoa escribe un cuento familiar, Hijos . Esta es su segunda incursión literaria extremeña, ya que en la misma colección publicó en 1999 el libro de relatos Lo que piensan los perros . Zabalbeascoa es una mujer de múltiples ocupaciones, fundamentalmente periodísticas desde las páginas del diario El País . Su firma aparece en informaciones, entrevistas, reportajes de arquitectura (un asunto al que también ha dedicado varios libros), diseño y decoración. Además ha comisariado junto a Javier Rodríguez Marcos la exposición Minimalismos en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. "Nada humano me es ajeno", bromea. "En serio, tanto me es ajeno: lo que no es por falta de tiempo lo es por imposibilidad física o por falta de afinidad: el baile, las ciencias, los deportes de riesgo...".

Este mismo año participó en un ciclo de literatura del Centro de Profesores y Recursos de Brozas, en el que todas las invitadas fueron mujeres y a Anatxu Zabalbeascoa los escritores que más le han llegado (salvo Joseph Roht o Camus, aclara), han sido mujeres (Jean Rhys, Nina Berberova...), autores, ellos y ellas "que prestan atención a las pequeñas historias".

Pero qué sea la literatura femenina es algo que le importa poco. "Prefiero otras distinciones como la buena y la mala", lo que también cabría para la arquitectura. Su mirada de experta se formó en su momento una idea sobre uno de los proyectos más polémicos que han surgido en la región, el cubo que el restaurante Atrio quería levantar en la ciudad monumental de Cáceres. Zabalbeascoa, que valoró altamente el proyecto de los arquitectos Tuñón y Mansilla, cree sin embargo que aquel no era el emplazamiento adecuado. Y ello porque en la arquitectura "es tan determinante el edificio como el lugar en el que este se levanta".

No se trataba de que el edificio que iba a sustituir tuviera escaso valor. Se trataba de que "el contexto en el que se quería levantar sí tiene valor". Ello no le impide valorar el boom que vive desde hace unos años la arquitectura en la región. "Lo que hace especial al boom extremeño es su tranquilidad. Aquí no parecen apostar por los mismos cromos de las grandes ciudades", dice. Menciona el "pequeño Guggenheim" de Justo García (la estación de autobuses de Casar de Cáceres) o el museo de arte romano de Mérida, de Rafael Moneo, y resalta que desde hace años "se ha invitado a proyectistas nacionales de prestigio a construir edificios que su calidad ha hecho emblemáticos".

Para alguien con tanta afinidad con la arquitectura y el diseño no resulta extraño que su propia casa, en este caso un piso en Madrid, fuera puesta en escena por ella misma con la consigna: "Luz, comodidad y resistencia (tenemos dos niños)".

La casualidad

Si su nombre y su vida son cruces de caminos (resonancias catalanas, vascas, madrileñas, extremeñas), ello no es más que un fruto de la casualidad. "Existen los vascos, los catalanes... que para mí son gente que casualmente ha nacido en un sitio u otro. Yo soy un ejemplo de esa casualidad".

¿Y Extremadura, qué le ha dado, además de la posibilidad de publicar algunos de sus relatos? "Extremadura, siempre se lo digo a mi marido que es de aquí, tiene la suerte de haber llegado tarde a muchas cosas que le han permitido estar a la cabeza de otras. Siempre se valora lo escaso. Y hoy escasean los paisajes vírgenes, limpios. Extremadura tiene algunas de las carreteras más bonitas que he visto. Horizontes de prado en los que se pierde la vista sin tropezar con una fábrica o una granja de pollos. Tiene además silencio. Posibilidad de vivir tranquilo. Y eso es escasísimo".