TEtsa debería ser la consigna que nos hubiera unido a todos el Día Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales. Debería unirnos siempre, pero, lamentablemente, todavía hace falta que se conmemoren días como éstos, para reclamar los derechos de una parte de la población que los ha visto cercenados durante siglos. Debería ser el grito de todos, pero no lo es, y no lo será hasta que la sociedad no asuma que las diferencias no son una amenaza, sino una fuente de enriquecimiento. Hasta que la sociedad no se libere de los miedos que la impulsan a rechazar a los que no se ajustan al modelo, a ése que le da la espalda a una parte de sí misma, intentando ocultar una realidad que clama desesperadamente por su espacio.

Es verdad que, desde el punto de vista legal, se han dado pasos de gigante, pero también es verdad que todavía hay quien echa a sus hijos de sus casas, todavía hay acoso laboral y agresiones homófobas. Incluso hay quien tiene que esconderse de su familia para casarse. Y lo que es peor, todavía hay quien se oculta también de sí mismo negándose a admitir su condición, contagiado por el miedo de los otros.

Pero el miedo no debería ser nunca una bandera, y mucho menos, la razón de la parálisis. El miedo debería impulsarnos hacia el conocimiento. Saber más, entender mejor, buscar razones, o sinrazones, escuchar, acercarse, hablar, y ser capaces de disfrutar de ese arco iris bajo el que cabemos todos. Buscar ese espacio de respeto dentro de las casas, del trabajo, de las calles. Y encontrarlo. Y reclamarlo.