Los embriones congelados con los que dos británicas, Lorraine Hadley y Natalie Evans, deseaban ser madres, van a ser destruidos. El Alto Tribunal de Londres rechazó ayer el recurso presentado por ambas para seguir adelante con el programa de fertilización in vitro en contra de los deseos de sus antiguos compañeros. La normativa inglesa exige el consentimiento de los dos miembros de la pareja en cada una de las etapas del tratamiento.

El caso planteaba un gran dilema ético, ya que para las demandantes era la única posibilidad natural de tener un hijo. El juez Nicholas Wall expresó su simpatía por todos los implicados, pero concluyó que debe cumplirse la ley. Wall añadió que es el Parlamento, y no el Alto Tribunal, el que debe decidir si la ley debe ser cambiada en este punto. La destrucción de los embriones ha quedado aplazada hasta la apelación.