TQtuise una vez ser un superhéroe y me las dieron todas en el mismo lado. Vi a unos mocosos rajando las ruedas de un coche y decidí tomar cartas en el asunto. Hubiera sido algo lindo que contar a mis hijos. Pero la cosa se complicó y, cuando me di cuenta, un puñado de adolescentes manoseaba sin delicadezas mi tierna e inédita geografía. Ocurrió en el centro de Mérida y no estaba solo. Pero los vecinos se asomaban al balcón como a mirar un espectáculo. Nadie movió un dedo. Si no corro como una rata a esconderme en un portón, me reblandecen las carnes como a un pulpo. Desde entonces paso por el mundo con los ojos mirando para mí mismo. Quemé mi capa de superhéroe, y hasta la presente. Ahora paseo por la calle y descubro con asombro que cada vez son más las veces que tengo que bajarme de la acera para que no me salpiquen los meados de esos tipos que orinan con impunidad en cualquier parte. Me hago el sueco en el supermercado si alguien come por los pasillos los productos que roba en mis narices. Tapono mis oídos con la almohada si a las dos de la mañana a unos graciosos les da por detener su coche bajo mi balcón con la música de Melendi a toda pastilla. Vencida de la edad sentí mi espada y tomé la indiferencia como arma. Pero he descubierto que mi indiferencia, sumada a la de usted y a la de todas las personas honradas, que somos mayoría, es la más poderosa arma con que cuentan los delincuentes. Decir que la justicia no nos protege, es sólo una excusa. Con un poco más de solidaridad y menos melindre, las videocámaras que solicitan los ayuntamientos de Llerena y Olivenza no serían necesarias. Bastaría con salir a la calle con más vergüenza y menos miedo.