Catherine Zeta-Jones lleva un embarazo de lo más marchoso. Que si un juicio contra ¡Hola! por un quítame allá esas fotos de boda; que si una gala tras otra para recibir premios y más premios por su papel en Chicago. Tantas salidas y tantas fotos precisan de un estilismo adecuado. Para sus comparecencias judiciales en la corte londinense, la mujer de Michel Douglas aparece sencilla a la par que elegante, a saber: pantalón y suéter de cachemir, chaqueta de cuero, bolso de cocodrilo de Herm¨s y zapatos de Gucci.

La cosa se complica en sus apariciones festivas. La pobre Catherine se está gastando una pasta en trajes de noche de embarazada. De ahí que necesite el dinero que pretende sacar al dueño de la revista ¡Hola!. Cada premio le sale por un ojo de la cara porque todos los modelitos son de la colección Mamá Versace, diseñados en exclusiva, y la actriz lleva ya cinco modelitos en otras tantas galas de entrega de premios. Amplio escote para que le quepan sus hermosas y maternales glándulas mamarias y tela, mucha tela para cubrir su barriga.

Catherine se viste con los brillos y gasas de Versace y se adorna esos dedos regordetes que Dios le ha dado con todos los brillantes que le ha regalado Michael, de modo que está encantada de la vida, con su marido, sus niños, sus premios, sus joyas y sus modelitos. Ella sí que ha hecho carrera en Hollywood y no Penélope Cruz, que a la pobre no sólo no le dan papeles con premio, sino que tiene que seguir a Tom Cruise hasta Nueva Zelanda para hacer de baby sitter de los niños que el actor tuvo con Nicole Kidman, quien, mientras tanto, anda compitiendo en modelazos con la nombrada Catherine.