A nosotros en casa el presentador Juan y Medio nos cae bien. No participa de ese estilo chulesco que inauguró Pepe Navarro, ni de la postiza excitación de Carlos Lozano, ni de la caspa chabacana del ventrílocuo Moreno, al que no dejan salir desde los tiempos de Pío Cabanillas, pero que es peor porque sigue hablando por el megáfono y no para. Lo de Y Medio es otra cosa. Tiene chispa. Sabe estar. Conoce el arte del gag. Y consigue dibujar situaciones simpáticas, sin pasarse. El sábado llevó a buen puerto La noche de los inocentes (Tele 5) en favor de niños descapacitados. Hay que felicitarle porque la supo conducir con una ironía muy sana. Me refiero a cuando advirtió, con no poca retranca: "Recordemos La Biblia cuando dice No es bueno que el hombre esté solo", y comenzaron a florecer a su lado famosas televisivas con unos atuendos tan desembridados que en lugar de ir a una gala benéfica para niños parecía que iban a un peep-show. El premio gordo se lo llevó Bárbara Rey, que se presentó con el frontis desatado y Juan le tuvo que decir: "¡Ay!, Bárbara, parece que se te ha roto algo". Sí señor, un roto frontal descomunal. Hombre, nada más lejos de mí que censurar con moralina pacata las alegrías de una dama. Y mucho menos pretender resucitar el estilo indumentario de aquella voluntariosa señora del PP llamada La monja alférez por su riguroso y férreo vestuario. Pero francamente, lo que en otro lugar, en otro tipo de gala, hubiésemos celebrado, en ésta rechinaba.