Vimos en casa, el sábado (La batidora , A-3 TV), los progresos de Jesús Quintero en sus Ratones coloraos (Canal Sur): entrevistó a Patricia, modelo de la Escuela de Bellas Artes.

La joven posó desnuda, como es en ella habitual. Y él la fue cincelando con la palabra. Le decía, mientras yacía recostada como una maja, completamente descabalgada de la superflua indumentaria: "Hermosa, ¿tú crees que se puede pintar sin sentir un deseo muy grande?". Y Patricia no decía nada. Sólo le miraba, con unos ojos grandes, que traspasaban la pantalla y nos perforaban. ¡Ah!, Quintero es el único entrevistador que consigue hacer de la tele un lugar apasionante. Logró con esta maja un paisaje limpio. Extraordinario.

Salvando las distancias, ha hecho como hacía Goya cuando desnudó a la duquesa de Alba para pintarla y redimirse de aquel otro cuadro que años antes había pintado: La familia de Carlos IV.

Fue un tormento para Goya aquel encargo. La reina Maria Luisa se le presentó sin los dientes postizos. Decía que le afeaban la cara y prefirió posar desdentada. No es extraño que el pintor durmiese, a partir de entonces, con un revólver debajo de la almohada: temía que los regios fantasmas saliesen una noche del cuadro y le atacasen.

A Quintero le pasa igual. Después de sus sesiones con aquella esperpéntica pareja, El risitas y El cuñao --también ambos con horrenda horfandad dental--, se ha redimido cincelando a una maja.