El viernes, los vecinos de Cabezarrubia fuimos testigos oculares de la proeza ilimitada de una adolescente con gran capacidad de captación de otros quinceañeros y curiosos, que se deleitaban e impresionaban al ver a esta heroína saltar la verja de entrada a mi edificio, rauda y diligente, para, a cara descubierta, saldar una cuenta personal con una compañera de instituto, de un curso inferior y menor que ella, que sufre acoso escolar en el centro y fuera del mismo. Llamó a la casa y mediante verborrea, barriobajera y nada sutil, increpó a la madre de la adolescente acosada para que saliera de la vivienda y cumplir así su promesa moral , dispuesta, al parecer, a ejercerla con violencia verbal y física. "No soporto tu cara porque me produce vómitos", dijo. Un argumento lógico que emplea nuestra heroína para librarse del peso de su conciencia y exterminar ese pensamiento racista y nada académico que le impide vivir en paz consigo misma.

La policía tuvo que dispersar esta concentración. Yo pensé, socorro, el botellón está en los aledaños de mi casa... Pero no, señores, fue terrible la experiencia que padres e hijos sufrimos cada día en los centros escolares por la locura desmedida de la ingrata e inculta adolescencia que nos viene. Acabemos con esto ya, eduquemos a nuestros hijos hoy para no tener que rendir trágicas cuentas en el futuro.

*Profesora y testigo del altercado.