Miguel Paniagua asegura que las dificultades de integración se deben a que la población autóctona no está sensibilizada y la comunidad magrebí tampoco quiere adaptarse y prefiere vivir en su microcosmos cultural, donde cuenta con todas las necesidades satisfechas, desde la sanidad y la educación, que dependen de la Junta, hasta la religión, el ocio o el consumo, que son facilitados por la iniciativa privada marroquí.

Así, el inmigrante cuenta con dos bazares-charcutería como el de Mohamed, donde se surte de carne, colonia, ropa tradicional, té árabe, dulces amasados sin grasas animales, etcétera. De allí puede ir a relajarse a alguno de los dos bares marroquís como la tetería Barraca, donde no se vende alcohol, pero sí té, café, refrescos o zumo.

En una nave se ha levantado una mezquita y un ala del matadero municipal ha sido cedida por el ayuntamiento para que se sacrifiquen los corderos, aves, conejos y terneras según el rito mahometano: degollándolos mirando a la Meca mientras el matarife musulmán recita un versículo del Corán.

Así, entre la tetería Barraca, el gran bazar de Mohamed y la parabólica conectada con cadenas árabes, el inmigrante puede vivir en Talayuela sin perder sus costumbres ni su cultura.

Por su parte, la población extremeña autóctona mantiene sus ritos religiosos, tiene sus tiendas y sus bares, donde resulta sorprendente, aunque nadie protesta por ello, encontrarse con clientela magrebí, y vive su vida sin que haya más punto de encuentro que algunas asociaciones interraciales o determinadas actividades interculturales esporádicas. "No hay conflicto y hay respeto, pero no integración", resume el Presidente de Cruz Roja.

Sin embargo, en la prensa nacional aparecen con frecuencia bellas historias de Talayuela con matrimonios entre españolas y marroquís o viceversa. Mohamed Abbas matiza la cuestión de las parejas mixtas. "No llegan a la docena y varias son con ciudadanos polacos. En Francia hay un 25 % de mujeres magrebís casadas con franceses porque hay una mayor relación a causa del idioma. Allí la situación es distinta".

¿Qué sucede sin embargo con los jóvenes de la segunda generación de inmigrantes? "En Primaria, la integración es fácil, apunta Abbas, pero en Secundaria resulta más complicada por el desarraigo, la edad del pavo, las dos culturas. Los chicos del instituto salen juntos, pero marroquís con marroquís, casi nunca con españoles y los casos de pandillas interculturales no son significativos".

Mohamed Abbas actúa como mediador intercultural en diversos institutos de la comarca. Es un programa que favorece la mediación entre los alumnos inmigrantes y la dirección y entre el equipo directivo y las familias, además de impartir cursos de cultura árabe a los profesores.

NO SIN MI MADRE

De su experiencia extrae conclusiones como que los hijos de los inmigrantes no tienen la misma ideología que el padre, "son más rebeldes y van a los cíber, a los recreativos, a las discotecas... Pero las chicas de 14 a 18 años tienen más inculcada la cultura familiar y no salen casi de casa o si lo hacen es en compañía de sus madres".

Aunque suele ser un dato que no se cuenta a los periodistas, diversos trabajadores sociales comentan que en el instituto existe conflicto entre los chicos marroquís y españoles y no hay una gran fluidez de relaciones ni de compañerismo.