Un equipo de investigadores del Centro de Mínima Invasión (CCMI) de Cáceres ha desarrollado un sistema que podría convertirse en la respuesta definitiva a los problemas de obesidad mórbida dentro de entre 7 y 10 años. Se trata de un microchip con dos electrodos que se instala a la altura del nervio vago --que interviene en el proceso digestivo enviando al cerebro la información de saciedad-- provocando una pérdida de apetito. Se trata, a fin de cuentas, de engañar al sistema nervioso central para favorecer una reducción de la ingesta de alimentos en personas que presentan un elevado sobrepeso.

El proyecto se encuentra aún en fase experimental, lo que supone que aún habrá que llevar a cabo diferentes estudios clínicos antes de que empiecen a realizarse las primeras pruebas con pacientes humanos.

PROYECTO EXTREMEÑO Hasta el momento el CCMI de Cáceres ha asumido íntegramente el desarrollo de cada una de las fases que se han superado. La idea original partió de Jesús Usón, director del CCMI, en el año 2000, aunque una década antes ya habían aparecido estudios que apuntaban la posibilidad de que se desarrollara un proyecto de este tipo. A lo largo de estos cinco años, ellos se han ocupado del diseño del microchip y su puesta en funcionamiento, y han llevado a cabo las primeras investigaciones con animales sobre la efectividad de este dispositivo.

"Para los primeros estudios se utilizaron a conejos y cuando se comprobó la efectividad en esta especie se pasó a otra mayor, el cerdo, con la que también se obtuvieron resultados satisfactorios", señala Francisco Sánchez Margallo, integrante del equipo investigador del Centro de Mínima Invasión de Cáceres, donde se ha desarrollado íntegramente el proyecto. En el caso de los conejos es en el que se obtuvieron resultados más satisfactorios. Aquellos a los que se les insertó el microchip perdieron en dos semanas entre el 10% y el 15% del peso inicial. "En todo caso, se trata de resultados en pruebas con animales, y no se pueden extrapolar a los humanos, por lo que se desconoce aún la efectividad que puede tener en pacientes con gran sobrepeso".

Los ensayos en humanos integran la última fase necesaria antes de que el microchip pueda llegar a los centros hospitalarios. Se trata de la etapa que más trabajo conlleva porque hay que estudiar el material del que se va a fabricar el microchip para que no provoque rechazo al instalarse en los pacientes. Además hay que verificar que este material sea lo suficientemente resistente como para permanecer en el organismo el tiempo necesario.

Este proceso es similar al que sigue cualquier fármaco antes de llegar al mercado, e incluye estudios clínicos en hospitales con grupos de pacientes concretos que padezcan la enfermedad objeto de estudio. Los resultados de estos análisis permitirán adaptar el microchip al cuerpo humano, lo que supone, además de regular el voltaje, determinar el número de impulsos que el dispositivo enviará al nervio, y analizar la posibilidad de regular esos impulsos en función de la velocidad con la que cada paciente pierda peso.

Desde el CCMI ya se han puesto en contacto con varias empresas, entre ellas la norteamericana Saint Just Medical , que cuenta con experiencia en este campo, puesto que ha desarrollado otros microchips similares para patologías como la epilepsia, y los comercializan en la actualidad. Ellos podrían ser quienes, definitivamente asumieran la última fase de este proyecto que, en todo caso, aún tardará casi una década en ponerse en marcha.

El centro de investigación extremeño trata, con este microchip, de dar una respuesta a lo que ya consideran "una deman

Pasa a la página siguiente