Los vecinos entran y salen de las tiendas, del bar, de la farmacia y se paran a comprar el cupón de la ONCE. Mientras, los niños están en el colegio, las furgonetas aparcan en doble fila para descargar y en las esquinas se charla animadamente. Esta era la imagen el viernes por la mañana de la avenida Luis Andreu Fernández de Molina de Suerte de Saavedra en Badajoz. Es la cara amable de un barrio obrero que nació en los ochenta junto a la carretera de Sevilla, que pueblan 8.000 habitantes y que muchas veces oculta esa normalidad tras tiroteos, robos o reyertas con solo unos pocos implicados y muchos perjudicados.

Del orgullo de vivir en Suerte de Saavedra son pregoneros sus residentes, que culpan al realojo de vecinos de Los Colorines y de Cuestas de Orinaza de los problemas de convivencia de la zona. Su nombre no le hace honor, al menos, en cuanto al reparto de infraestructuras y servicios, pues el incremento poblacional no ha ido de la mano de las dotaciones: está pendiente la construcción de un centro social, se ha programado un centro de salud, acaban de estrenar sus primeras pistas deportivas y solares vacíos dejan constancia de que queda mucho por hacer. Los mayores no tienen sitio de reunión, y los jóvenes, tampoco. La inseguridad ciudadana y vial es una preocupación constante.

Por su parte, Los Colorines son 198 pisos sociales junto a la barriada del Gurugú. Su nombre, denominación popular, se debe a que los edificios están pintados de varios colores --cuentan que fue una decisión del arquitecto para disimular la ropa tendida en los balcones--. Se trata de viviendas amplias y de calidad construidas a principios de los años 90 y que fueron habitadas por primera vez en 1995, cuyos inquilinos, en ocasiones, no se han encargado de cuidar, por lo que su aspecto exterior deja mucho que desear.

En Los Colorines, aparte de los azules, rosas y amarillos de las fachadas, pocas cosas dan color a sus calles: no hay cabinas, ni bancos, ni jardines, ni juegos infantiles, aunque sí niños en la calle en horario escolar. No se reparte la bombona, ni llega el autobús urbano. No existen tiendas, bares ni otro tipo de negocios. En cambio, si hay basura, ruinas de una vieja escuelas, chatarra, pastos secos, inseguridad, peleas y venta de droga.