La plaza Mayor de Trujillo rezuma jolgorio. Los cánticos populares entonados por la orquesta Turgalium marcan el ritmo de los refajos picados y polleras --refajo de faena-- que llevan las mujeres y de las botas de vino que empinan un codo y otro. Pañuelos de colores para ellas y rojos para ellos y los cientos de forasteros que cada año celebran el Domingo de Resurreción al son del Chíviri, Fiesta de Interés Turístico Regional.

Bajo la hierática 'mirada' de Francisco Pizarro, 'tuppers' de chorizo y patatera, tortilla de patatas y macetas de cerveza y calimocho hacen las delicias de las miles de personas que ayer volvieron a reunirse en la plaza Mayor de Trujillo. Había ganas de Chíviri. El año pasado la lluvia aguó la fiesta y este año hubo tregua, aunque solo durante unas horas. Tras una mañana entre sol y nubes, que rebajaron el ambiente de años anteriores, pasadas las cinco cayó el chaparrón. Pero la fiesta no decayó.

El Chíviri sigue vivo desde hace al menos dos siglos según los estudiosos, pero pocos en la plaza se atreven a atinar con las fechas. "Mi madre tiene 90 años y ya venía de pequeña. Esta fiesta es de toda la vida", recuerda Rosa, de Belén. En todo este tiempo han cambiado muchas cosas. "El fin es el mismo, pero no tiene nada que ver con el Chíviri de hace muchos años. En la plaza no se comía, solo se bailaba y se cantaba, pero sin música, cantábamos nosotros", recuerda Manuel Rubio, conocido como Paquete, que tiene canción propia en el Chíviri, inspirada en su bisabuelo. Las letras tampoco varían: el 'Ay chíviri, chíviri, chíviri; Ay, chíviri, chíviri, chon' del poeta local Gregorio Rubio Mariño 'Goro', parece inmortal.

Para recordar los orígenes de esta fiesta, Pepe acudió acompañado por una cabra. "Antiguamente los pastores traían cabritos, corderos y borregos y al día siguiente nos los comíamos en el campo, incluso se vendían en la plaza", cuenta. "A mí me gustaba más la fiesta antes, pero sigue siendo un día precioso para nosotros. Hay que ser de Trujillo para sentir el Chíviri", dice Elena, trujillana pero residente en Bilbao. "No me pierdo un año", como tampoco lo hace José Luis, madrileño. Casado con una vecina de Huertas de Animas, viene todos los años por Semana Santa. "La primera vez me sorprendí un poco, pero me gusta mucho esta fiesta aunque se ha convertido un poco en un botellón, nos lo pasamos genial y este año me gusta más porque han puesto más vigilancia en los accesos y hay más servicios de emergencia. Chapó", opina.

En concreto, la fiesta ha contado este año con 36 efectivos de la Policía Local, Guardia Civil y Protección Civil más otros 24 voluntarios de la Cruz Roja que hasta las cinco de la tarde atendieron cuatro o cinco esguinces, como lo más relevante. "De momento no se ha producido ninguna intoxicación etílica", reseñan. A este despliegue se sumaron 17 vigilantes de seguridad que controlaron todos los accesos a la plaza que evitaron la entrada de vidrio y objetos peligrosos. El Chíviri concluyó por la tarde con la actuación del grupo Coros y Danzas Villa de Leganés y sirvió de prólogo para la Pascua que continúa hoy en La Dehesilla con sabor a frite de cordero.