"Su padre es carnicero y hacía poco que habían abierto la tienda. El muchacho, que era un hombre mozo y muy buena gente, le ayudaba. Me he quedado de piedra. Yo iba todos los días a comprar la leche y el pan... ¡Qué pena, les han destrozado una casa!". Una mujer, vecina de la familia de Agustín Garzo Bravo, explica a la altura del número 61 de la calle Barrionuevo Bajo el trágico suceso que ha conmocionado a la localidad de Casar de Cáceres.

Una joven, también vecina del chaval fallecido, no duda en afirmar: "Aquí en la barriada todo el mundo lo quería. Tenía un bar abierto en Cáceres. Era muy simpático, muy agradable. Estaba hablando con una muchachita...". Nadie en el pueblo da crédito a lo sucedido, mientras en la puerta de la tienda familiar hay un cartel que reza: Disculpen las molestias, sentimos no poder atenderles. Gracias .

El otro escenario de la tragedia se sitúa en la sala 6 del tanatorio San Pedro de Alcántara de Cáceres, donde se encuentran un sinfin de personas, entre familiares y amigos del fallecido: Agustín y María Jesús (sus padres), su hermano Jonathan y tantos otros.

A las puertas del tanatorio de la avenida de la Hispanidad y a pocos metros del juzgado que investiga el caso, los amigos de Agustín se hacen miles de preguntas, muchas de ellas de momento sin respuesta. Se preguntan dónde están los testigos, se preguntan por qué huyeron quienes acompañaban al joven. "¿Qué cómo era? Era bueno, muy bueno", dicen mientras sollozos y lágrimas se mezclan con las palabras.

Entre dramáticas escenas de dolor los familiares se abrazan. "No nos lo podemos creer, que esto pase en Madrid, vale, ¿pero aquí en Cáceres?". Al lado, otro joven comenta: "Llevo 72 horas sin dormir". Se frota los ojos y sigue llorando, desconsolado.