Polvo blanco con un fuerte olor a vinagre. Ese es el aspecto del sulfato de anfetamina o, como se conoce en la calle, speed , término inglés que significa velocidad, un psicoestimulante de la rama de las drogas de diseño que produce un dañino subidón de euforia y autoestima.

Esta droga se elabora en laboratorios clandestinos, la mayoría ubicados en el norte de Europa, a base de fármacos legalizados o con algunos de sus componentes. Es muy parecida a la cocaína, tanto en su presentación, su forma de consumo (se esnifa normalmente, aunque también se mezcla con bebidas o se toma en pastillas) y los efectos que produce, pero algo más barata.

Más barata y popular

Su precio, más asequible que otros estimulantes como precisamente la cocaína, es lo que hace esta droga atractiva para el público joven, incluso los adolescentes, con menos poder adquisitivo, de ahí que su consumo esté más extendido en edades tempranas.

El consumo de anfetaminas afecta al estado de ánimo, provocando una subjetiva euforia y aumentando aparentemente la capacidad de concentración y rendimiento intelectual. De hecho en una época se popularizó su uso entre los estudiantes para aguantar sin dormir las noches de exámenes. También inhiben el apetito, por lo que igualmente hasta 1983 que se reguló su venta en farmacias en España, se usaban para adelgazar.

De forma prolongada, su consumo puede desencadenar alteraciones piscóticas y depresiones, a veces muy difícil de diferenciar de la esquizofrenia. También generan conductas violentas y agresivas, así como amnesia, hiperatividad y obsesiones y daños sobre la mucosa nasal.