Tras estudiar una carrera, tres másteres y superar un proceso de selección al que se ha presentado hasta una decena de veces, Violeta Calle, de Miajadas, logró en el 2014 un contrato predoctoral para iniciarse en el mundo de la investigación y desarrollar su tesis en el campo de la reproducción asistida en el departamento de Bioquímica, Biología Molecular y Genética en la Universidad de Extremadura (Uex). Este tipo de contratos tiene varias modalidades, se conceden anualmente y durante un máximo de cuatro años mediante una convocatoria nacional en la que se valoran los méritos de los aspirantes. Violeta firmó en 2014 un contrato por obra y servicio pero acaba de enterarse de que en realidad está en prácticas.

Ella es una de las perjudicadas por un cambio sin previo aviso y con efecto retroactivo. Hay más de 10.000 afectados en España y un centenar de ellos en Extremadura, según los cálculos de la administración regional (de la Uex dependen 86 predoctorales).

Hasta el 2015 este tipo de contratación se realizaba por obra y servicio (código 401 en la Seguridad Social) pero ese año, el gobierno central tras un requerimiento anterior de las universidades los transformó en contratos en prácticas (código 420), que legalmente no puede durar más de dos años. Y eso lo han descubierto los propios investigadores. «Ha sido a raíz de que hemos solicitado la tarjeta sanitaria europea para salir a hacer estancias al extranjero y nos las han denegado», cuenta Violeta, que en abril se marcha cuatro meses a Florencia sin el documento sanitario en regla.

MARCHA ATRÁS/ Desde el Ministerio de Educación aseguran que van a recular y estos contratos serán nuevamente encuadrados en el epígrafe 401 de la Seguridad Social, pero lo cierto es que los jóvenes tienen poca información al respecto y dudan de las repercusiones de esta acción. «Llevamos dos años en prácticas y no sabemos si nos afectará en la vida laboral, en el paro o para la indemnización,... El hecho de estar cobrando 800 euros durante cuatro años después de siete años de formación desanima y las trabas administrativas que no dejan de ponernos tampoco ayudan. Esta profesión es vocacional pero a veces te quitan hasta la vocación».

Los predoctorales se sienten molestos más que por el cambio en sí, por el trato dispensado: «ya estamos mal valorados en la profesión como para que encima no nos informen de nada, no nos tienen en cuenta y se supone que somos el futuro de la ciencia en este país», destaca Alberto Serna, otro de ese centenar de extremeños predoctorales.

Él firmó su contrato el pasado septiembre, ya era en prácticas, y no sabe si ahora se lo modificarán también. Trabaja en el grupo de Ingeniería de Telecomunicaciones de la Escuela Politécnica de Cáceres y está haciendo su tesis sobre electromagnetismo computacional con aplicaciones médicas. «El problema es que se debería haber sacado una figura específica para los investigadores predoctorales y no se ha hecho», lamenta este joven de Plasencia. Alberto cuenta que los posibles efectos de esta modificación en la relación laboral con la Seguridad Social dependerá de la ramas de conocimiento: horas extras, seguro ante desplazamientos o por la utlización de ciertas sustancias,... «Hay un desconocimiento tremendo», dice este joven, que denuncia además que están teniendo problemas para lograr copias de los contratos.

«MAL PAGADOS» / Lo que no cambia son sus remuneraciones mensuales, que siguen sin superar los mil euros. «Tengo un compañero en Canadá que está cobrando 5.000 euros por lo mismo que yo hago aquí. Estamos desperdiciando nuestro tiempo porque en muchas ocasiones luego no tenemos capacidad para continuar a posteriori y encima se nos paga mal», lamenta Alberto. Y lo ha visto de cerca. «En la universidad hay grupos que han perdido convocatorias internacionales porque se han quedado sin personal en formación, grupos que captaban muchos fondos y han visto recortadas sus plantillas y líneas que se están perdiendo por asfixia».

Aún así él no pierde la esperanza. «Me encantaría quedarme aquí porque estoy comprometido con Extremadura; es una lástima que con el dinero que se invierte en formar a las personas luego se vayan fuera cuando podríamos tener a esa gente generando riqueza en la región y creando empleo».

La vocación parece ahora la única esperanza de la investigación. «Es lo que prima, si no fuera por la vocación creo que aquí habríamos retrocedido mucho más».

Esa aptitud es la que motiva a Guadalupe Nieto para seguir apostando por este campo. Ella también tiene un contrato predoctoral en prácticas desde el 2015. «No me había percatado hasta que empecé a verlo por las redes sociales y no sé qué repercusiones puede tener todo esto. Me apasiona la investigación desde que empecé la carrera y quiero continuar, pero la situación desmotiva bastante». Esta joven calamonteña de 26 años trabaja en el departamento de Filología Hispágina, en la Facultad de Filosofía de Cáceres, donde investiga sobre la literatura española de principios del siglo XX, en concreto, sobre Francisco Valdés.

EL VICERRECTOR / De momento, el ministerio ha anunciado la intención de recular en este cambio tras la polémica generada pero en la Uex aún no tienen la comunicación oficial al respecto. La universidad tiene actualmente 86 contratos de este tipo, 46 de programas nacionales y otros 40 de becas regionales. «Un número muy escaso», reconoce el vicerrector de Investigación, Transferencia e Innovación de la Uex, Manuel González Lena.

«El principal inconveniente que veo a un contrato en prácticas es si se van a trabajar a una empresa, cuando llegan a estas por primera vez les suelen hacer contratos en prácticas y si ya han disfrutado de ello años anteriores, la ley les impide volver a ese contrato. Creo que estamos cerrando una puerta a esos jóvenes y yendo contra el sistema, porque una de las grandes peleas que tenemos es que haya investigadores en las empresas, no solo en los centros investigadores. Espero que con la marcha atrás del ministerio ese inconveniente se soslaye», explica el vicerrector.

A su juicio, esta situación debía haberse aprovechado para dotar al contrato predoctoral (uno de los tres que figuran en la Ley de Ciencia) «de la especificidad que se requiere para hacer la investigación atractiva a los jóvenes, que es uno de los principales problemas que tenemos», indica. González Lena señala que la carrera investigadora se ha visto cercenada «de una manera brutal en los últimos años. Un investigador tarda muchos años en hacerse, es un proceso largo y si no lo alimentamos al principio nos pasa lo que está ocurriendo, que tenemos buenos investigadores pero ya de cierta edad y estamos echando en falta la incorporación de gente joven».