Miles de fieles acompañaron ayer a la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura, en la misa solemne celebrada en su honor en el monasterio de esta localidad cacereña. Como de costumbre, la asistencia de los extremeños a esta celebración fue multitudinaria, aunque ligeramente menor que la de años anteriores, tal vez por la proximidad del fin de semana a la festividad.

A los fieles extremeños se sumó la reina Fabiola de Bélgica, una de las protagonistas del evento, y a la que acompañó el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, entre otras autoridades.

Durante la eucaristía el cardenal arzobispo de Toledo y primado de España, Antonio Cañizares, pronunció una homilía, que tuvo como eje a la familia.

En su alocución, que inició con una mención especial para los frailes franciscanos, que este año celebran el centenario de su presencia en el Real Monasterio de Guadalupe, Cañizares se centró en la necesidad de construir un mundo nuevo sustentado en la familia, que definió como "principal camino". "Que todos sin excepción promovamos y fortalezcamos la familia para ir más allá de lo que con frecuencia se va en el debate social y público" fue una de sus principales solicitudes. En este mismo sentido, abogó por que se supere "la cultura dominante" promovida por "fuertes poderes mediáticos" y "a veces" contraria a la verdad y las exigencias verdaderas de la familia.

Asimismo, Cañizares defendió el "fundamento de la familia": "el matrimonio único e indisoluble entre el hombre y la mujer" y recordó que la Iglesia tiene la especial responsabilidad de "salvar a la familia", a la que dotó de "capacidades educativas que nadie les puede arrebatar". Antes, el arzobispo de Toledo había solicitado amparo a la Virgen para --entre otros sectores desfavorecidos-- los "inocentes no nacidos y eliminados en el seno de sus madres".

INTERRUPCION ´REAL´ A los pocos minutos de iniciar esta homilía, Cañizares se vio obligado a interrumpir sus palabras ante el murmullo que provocó la entrada de la reina Fabiola de Bélgica a la Basílica del Monasterio de Guadalupe, que llegó tarde a la misa como consecuencia de un retraso en su vuelo. El arzobispo de Toledo aprovechó el paréntesis para saludar y agradecer la visita de la aristócrata belga, que quiso manifestar con su presencia en Extremadura la devoción de la Casa Real a la que pertenece con la Virgen de Guadalupe, desde que en 1629 Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, bordara un traje especialmente para ella.

La reina Fabiola se convirtió de este modo en una de las protagonistas de la ceremonia, generando entre los asistentes tanto admiración como alguna crítica: "más reina que nuestra Virgen no hay ninguna", "nunca se había paralizado la misa del 8 de septiembre". Ajena a estos comentarios, doña Fabiola de Mora y Aragón siguió con interés el resto de la eucaristía, disculpándose al término por el retraso ("no he sido yo, ha sido el avión", comentó a uno de los frailes) y declinando hacer declaraciones a los medios de comunicación por no considerarse un personaje "político".

Junto con la aristócrata belga, el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, y el de la Asamblea, Juan Ramón Ferreira, asistieron a la misa en honor a la Patrona extremeña, entre otras muchas autoridades. Además, aparte del arzobispo toledano, la eucaristía estuvo concelebrada por el arzobispo de Mérida- Badajoz, Santiago Aracil, el obispo de Plasencia, Amadeo Rodríguez, y el de Coria-Cáceres, Francisco Cerro. También participaron en la celebración el obispo de Segovia (natural de Guadalupe), Angel Rubio, el de Huesca y Jaca, Jesús Sanz, el ministro de la Provincia Bética Franciscana, fray Joaquín Domínguez, y el guardián del Real Monasterio, fray Guillermo Cerrato, así como medio centenar de sacerdotes.