La toponimia guadalupense en Hispanoamérica es abundante. Santuarios, ríos, pueblos, sierras o parques se denominan igual que la patrona de Extremadura, lo que indica la importante carga histórica de la región en el descubrimiento del Nuevo Mundo. Pero, ¿fueron realmente los extremeños los que exportaron a la Virgen de Guadalupe o fueron los indianos los que, por influjo, adoptaron el nombre?

En América se pueden encontrar numerosos templos y ermitas que llevan el nombre de Guadalupe, entre los que destacan los de Sucre y Mizque (Bolivia), Pacasmayo y Nespeña (Perú) o Quito (Ecuador). Pero el más famoso es el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en el Tepeyac, en México, cuya imagen se ha convertido en el símbolo indiscutible de la nación mexicana, cobrando, además, una enorme relevancia entre la comunidad hispanoamericana.

La conexión histórica entre Extremadura y México a través de la advocación a la Virgen de Guadalupe es innegable. No obstante, al contrario de lo que muchos piensan, ambas imágenes tan sólo tienen en común una cosa: el nombre.

LAS DIFERENCIAS

La talla extremeña, escondida para protegerla de la invasión sarracena fue encontrada a finales del siglo XIII por un pastor llamado Gil Cordero, lo que dio lugar a una serie de acontecimientos que culminaron en la fundación de la iglesia y el posterior Monasterio de Guadalupe.

Comenzó a gestarse entonces una intensa devoción que arrastró también a personajes como Cristobal Colón, que puso el nombre de la Virgen a la Isla de Guadalupe, en las Antillas, y que se extendió entre conquistadores, como Hernán Cortés y Pizarro, o evangelizadores que partieron de Extremadura --los misioneros extremeños en América superaron el millar--. Todo aquello hizo crecer una enorme devoción popular entre los indianos, que pronto asumieron la fidelidad a la Virgen de Guadalupe.

En diciembre de 1531, una década después de que Cortés tomara la ciudad de México, la virgen se apareció en la colina de Tepeyac a un indio llamado Juan Diego, a quien le encargó dirigirse al obispo para contarle su deseo de construir un templo. Para que tuviera una prueba de su mensaje, la Virgen le mandó cortar varias flores que el indio guardó en su ayate --una capa de tela que solían utilizar los indios más pobres--. Cuando Juan Diego extendió el ayate ante el obispo apareció pintada la imagen de la Virgen, conocida también por Señora o Madre del Tepeyac.

Pero poco después, cuentan los mexicanos, en una de las apariciones --a Juan Bernardino, tío de Juan Diego-- la Virgen pidió que se la nombrara como Santa María de Guadalupe. ¿Se trataba, pues, de la misma imagen?

Tanto por su origen como por sus imágenes la patrona de Extremadura y la Madre del Tepeyac son totalmente distintas. Mientras que la extremeña es una escultura que lleva al niño en el brazo izquierdo y representa la maternidad de María, la mexicana es una pintura --el dibujo del ayate es el que se venera en México--. Además, las manos de la Virgen están juntas y no aparece el niño, representando a la Inmaculada Concepción.

LA RAZON

El por qué del mismo nombre tiene una clara razón para los expertos en temas marianos: suavizar las relaciones entre conquistadores y conquistados. La aparición se produjo ante los indios y adoptó un nombre familiar para los españoles --curiosamente, la imagen no tiene fisionomía de india, sino de mestiza--. Así, mientras que la patrona extremeña tomó el nombre del lugar en el que se encontró, Guadalupe --vocablo de origen árabe que significa río de luz o río de lobos--, la patrona de México dio nombre a la zona en la que se produjeron las apariciones.

A lo largo del tiempo, la mexicana Virgen de Guadalupe ha sido proclamada Madre y Patrona de toda la América hispana, incluidas las islas Filipinas, y Emperatriz de América y su coronación se llevó a cabo en 1895. Por su parte, la coronación de la extremeña se produjo en 1928 bajo el título de Reina de las Españas.

Salvando la particularidad de la patrona de México, las representaciones que se reparten por todo el mundo nacieron a imagen y semejanza de la extremeña, cuya devoción es universal. Existen multitud de santuarios, iglesias y ermitas dedicados a ella en lugares como Codén (Polonia), Braga, Sagrés y Castelo do Neiva (Portugal), Fuenterrabía (Guipúzcoa), Guadalupe (Murcia), Puntallana (San Sebastián de la Gomera), Rianxo (La Coruña), Horcajo de los Montes (Ciudad Real), Requejo (Zamora) o San Miguel de Treos (La Coruña), entre otros.