"No creo que debamos integrarnos en la sociedad, porque entiendo que eso implica perder nuestra idiosincrasia y nuestra forma de ver la vida, sino incorporarnos naturalmente a ella". Es lo que ha hecho Paco Suárez, director de teatro que desde hace tres años está a cargo del Festival de Teatro de Mérida, como ya hizo entre 1993 y 1996. Lejos de sentirse en desventaja por ser gitano en un mundo en que este colectivo apenas tiene presencia, Paco decidió en su día hacer de la diferencia virtud y "dar a conocer algo que no se conocía en el mundo del arte y la cultura".

En reconocimiento a ello Paco, junto con su primo Valentín Suárez (asesor de la Fundación del Secretariado Gitano), recibió ayer el reconocimiento del Consejo Regional para la Comunidad Gitana en el acto con que se conmemorará el Día Internacional del Pueblo Gitano en la Asamblea. Sin embargo, está convencido de que quienes realmente merecen ese premio son sus madres: "dos gitanas que hace 50 años tuvieron las agallas de que sus hijos estudiasen para incorporarse de forma normal a la sociedad".

"Y lo lograron", celebra el director del Festival de Teatro de Mérida que no define su condición de gitano como ventaja ni desventaja: "es como la fortuna, unas veces te da un porrazo y otras, una joya". En lo que no duda es en poner el acento en su diferencia: "yo me he hecho diferente y estoy orgulloso de ello", proclama puntualizando que, por supuesto, "diferente no significa peor, sino todo lo contrario".

Firme defensor del enriquecimiento de una diferencia que, en todo caso, se sustenta en la igualdad, Paco está convencido del cambio que en los últimos tiempos han experimentado tanto los gitanos como la visión de la sociedad sobre ellos. "Las asociaciones gitanas primero y el Instituto de Cultura Gitana después han logrado darnos a conocer y demostrar que en el fondo somos iguales, tenemos los mismos pies, amamos igual...".

De hecho, asegura que si los gitanos "tuvieran un lobby como el de los judíos", cambiarían mucho las cosas y se valoraría más su cultura. Entre las costumbres a respetar, destaca el respeto a los mayores, la apuesta por vivir el presente o la forma de entender las relaciones personales. En cuanto a los aspectos negativos que aún se vinculan con esta etnia, confía en que se irán superando cuando, citando a un poeta gitano, "tengamos la mirada limpia".

En lo que incide sobre todo es en la necesidad de que los gitanos, no solo estudiando sino "desde los estímulos que nos da la vida", se incorporen "con normalidad, en igualdad de condiciones, como ciudadanos de pleno derecho". A su juicio, la mayoría de los gitanos que abandonan el sistema educativo lo hacen por falta de estimulación. No fue su caso. "Yo rompo esquemas", reconoce, con la esperanza de que cada sean menos los tópicos a romper.