No ha sido una situación generalizada, pero sí ha habido usuarios que han realizado una verdadera peregrinación de botica en botica buscando inútilmente su medicamento, según señalan los propios farmacéuticos. Las alternativas eran simples: o renunciaba al principio activo que había venido tomando, o costeaba el fármaco íntegramente de su bolsillo.

El problema viene derivado de que algunos laboratorios se han negado a bajar sus medicinas hasta donde le marcaba el ministerio. De este modo, el abanico de fármacos costeados por el sistema público se ha centrado --en ciertas especialidades-- en unas pocas marcas. Sin embargo, los laboratorios que fabrican estas marcas, acostumbrados a su cuota de mercado, no estaban en condiciones de responder a una demanda multiplicada.

Así, el usuario, o pagaba el cien por cien, o pedía al médico que le recetase un principio activo diferente, o confiaba en la buena voluntad de los responsables del Servicio Extremeño de Salud (SES) que, conscientes del problema que se estaba dando, han mostrado cierta flexibilidad con la norma.