Greenpeace obligó a declarar la situación cero del Plan de Emergencia Exterior y de prealerta en el interior de la Central Nuclear de Almaraz con tan solo 31 personas. Los ecologistas apostaron 20 activistas con monos rojos encadenados a las puertas de acceso, 10 en una zodiac y uno en un paramotor. Frente a ellos, un batallón de guardias civiles: 12 unidades de 12 miembros cada una.

"Las centrales nucleares son muy peligrosas y pueden ser objeto de ataques", dijo el responsable de temas nucleares de Greenpeace, Carlos Bravo, quién explicó que el objetivo de la acción de ayer fue, por un lado, reivindicar el cierre de la planta y, por otro, demostrar su vulnerabilidad.

Los ecologistas desplegaron una pancarta negativa (No a las nucleares ) y otra positiva (Sí a las renovables ) ante la mirada atónita de la Guardia Civil. Al mismo tiempo, un activista sobrevolaba en un paramotor la central nuclear y el embalse de Arrocampo, donde diez colegas se adentraban en la zodiac hasta los muros de contención para dejar su huella a modo de pintada protesta.

"Ha sido una invasión por tierra, ´mar´ y aire", dijo Máximo García, portavoz de la asociación de Afectados por la Central Nuclear de Almaraz, quien recordó que más de 140 niños sufrieron malformaciones en el año 1988 como consecuencia de la fuga del circuito primario al secundario registrada. Mientras, la Guardia Civil pedía la documentación a todos los asistentes, incluidos periodistas, a quienes se llegó a interrogar quién les pagaba a final de mes.