Mucha expectación en el campo extremeño. Es la que ha levantado el anuncio del proyecto de una planta azucarera situada en el término municipal de Mérida, que revitalizaría el cultivo de la remolacha azucarera -beta vulgaris-, de la cual se saca el azúcar refinada, alrededor de las Vegas del Guadiana.

Una expectación que se combina con la cautela ante un plan que todavía no se puede dar por hecho, ya que está a la espera de los trámites y permisos pertinentes por parte de la administración; además de que la empresa promotora cuenta con una alternativa en Inglaterra.

Así lo expresaron los representantes de diferentes organizaciones agrarias regionales consultados por este periódico, quienes coincidieron en la gran oportunidad que esta industria supondría no sólo para la agricultura regional sino también para todo el mercado laboral, especialmente en las zonas de las Vegas Altas y Bajas del Guadiana.

«Sería una fuente de empleo directo e indirecto muy importante», afirma Juan Metidieri, presidente de Asaja Extremadura.

Lo mismo opina Luis Cortés, dirigente de La Unión Extremadura, quien señala al proceso mecanizador que implicaría la reintroducción de este cultivo: «No sólo se trata de los 500 agricultores que puedan dedicarse a la remolacha, sino que estos tendrán que mecanizarse con nuevas máquinas: plantadoras, cosechadoras... Todo ello supondría una inversión importantísima y un impulso económico».

Cortés pone también el ejemplo de la industria tomatera en localidades como Miajadas, en la que buena parte de sus habitantes se emplean en estas factorías.

«Es un modelo que está demostrado beneficia a nuestros pueblos, pues la gente se emplea tanto en la agricultura como en las industrias transformadoras», dice.

Por su parte, Juan Moreno, presidente de Coag Extremadura, resalta el papel estratégico que la industria azucarera jugaría para todo el país, que actualmente importa más de un millón de toneladas de azúcar: «A día de hoy España produce 500.000 toneladas, lo que supone un poco más del 50% de la producción que la planta de Mérida proyecta», explica.

Además, subraya la posición central en la que la refinería azucarera estaría situada, entre Castilla y León y Andalucía, las dos principales productoras de remolacha española, lo que implicaría facilidad para traer producción procedente de estas dos comunidades autónomas que sería también transformada aquí.

Asimismo, la planta emeritense se asentaría en el corazón de las Vegas del Guadiana, punto intermedio entre las Vegas Altas y las Bajas.

Lo cierto es que Extremadura tiene potencial por sí sola para cubrir buena parte de las necesidades de la azucarera y, aunque los representantes agrarios no se aventuran a realizar pronósticos certeros, todos coinciden en la importancia que alcanzaría la remolacha en la agricultura extremeña, lo que la equipararía a cultivos tan estratégicos como el tomate o el arroz.

«Es aún muy prematuro dar una cifra, pero va a ser una cantidad muy importante», reflexiona Metidieri.

Según Cortés, hasta 20.000 hectáreas podrían dedicarse a este cultivo, que en la actualidad es prácticamente marginal, con unas 11 hectáreas detectadas en toda la región.

Fin del cupo europeo

El proyecto azucarero coincide además con el fin el próximo mes de octubre del cupo europeo de producción, lo que liberalizará el cultivo de la remolacha sin más limitaciones.

Precisamente este cupo fue una de las principales causas que llevaron al cierre de la antigua planta azucarera de La Garrovilla hace dos décadas.

«El transporte de la remolacha a Andalucía era más costoso que la propia ganancia por su producción, de ahí que su siembra se desplomara y supusiera el fin de este cultivo en Extremadura. No salía rentable», explica Cortés.

La terminación de este cupo unido a la apertura de la planta en Mérida haría que la remolacha volviera a tomar su posición de cierta relevancia en la agricultura regional, de la que gozaba hace varias décadas.

«Va a afectar positivamente no sólo a la remolacha sino a todos los cultivos de regadío porque es un paso más hacia la diversificación, lo que significa que el agricultor tenga más posibilidades para elegir», afirma Metidieri.

Sin embargo, la alternativa inglesa con la que cuenta la compañía dubaití hace que los agricultores valoren aún el proyecto con mucha cautela, si bien defienden sin dudar las mejores posibilidades que ofrece la opción extremeña.

«Tenemos el sol, el clima, el agua y unos agricultores que siempre han demostrado saber adaptarse», asegura Cortés, quien a su vez pide a la Consejería de Agricultura un futuro apoyo económico a los campesinos que se decidan por impulsar este cultivo, para que puedan realizar las inversiones necesarias en sus explotaciones.

«Agronómicamente hablando no cabe duda que Extremadura está mejor situada. Luego pueden entrar otros factores más próximos a las presiones políticas que ya se nos escapan», reconoce Cortés.

Agilizar trámites

Los tres dirigentes agrarios coinciden en la necesidad de dar prioridad e intentar la máxima agilización posible de los trámites administrativos, aunque respetando todas las medidas ambientales.

«Lo primero es que se autorice la construcción de la fábrica y que ésta se ponga a funcionar lo antes posible», expresa Metidieri.

«Es necesaria una cierta presión para que las autoridades den facilidades a la industria, respetando sin duda el tema medioambiental, pero este tipo de oportunidades suelen pasar cada 40 o 50 años y nos estamos jugando mucho», tercia Cortés.

«Nosotros hacemos un llamamiento para agilizar al máximo el proceso, sin sobrepasar las medidas ambientales, pero darle la mayor brevedad posible», sentencia Moreno.