En la ganadería, provoca grandes pérdidas por causar una alta incidencia de abortos. En los humanos, da lugar a una enfermedad muy incapacitante en su fase aguda, que ocasiona fiebres muy altas, dolores musculares, fatiga y pérdida de peso.

Todo ello, por obra y gracia de la brucella, un género de bacterias que sigue trayendo de cabeza a ganaderos e investigadores. Esto es así porque se trata de un microorganismo que se transmite con mucha facilidad, permanece durante en estado latente durante largo tiempo y para el que no existe tratamiento, más allá de la vacunación preventiva.

El nombre de fiebre de Malta, con el que se conoce genéricamente la infección en humanos --aunque, en rigor, sólo debería aplicarse a la brucelosis contagiada por las cabras-- se asocia a una enfermedad provocada por el consumo de leche o quesos sin pasteurizar, que es el modo de contagio más frecuente, ya que la bacteria se excreta en la leche.

Esto da lugar a la aparición con cierta regularidad, de brotes en ciertos puntos de Extremadura, donde aún se mantiene la costumbre de adquirir quesos elaborados por métodos artesanales y sin control sanitario.

También es considerada como una enfermedad profesional para ciertos colectivos, como ganaderos y veterinarios, ya que el manejo de animales enfermos, incluso los accidentes en la manipulación de ciertas vacunas, pueden provocar la infección. Su incidencia en la provocación de abortos hace, incluso, que se recomiende a las veterinarias que, si están embarazadas, no participen en campañas de saneamiento donde se sospecha que hay animales infectados.