Primero llegó Tony Blair en su Boeing 777. Eran las 15.15 hora local (dos horas más en España). Media hora después arribó José María Aznar en su Boeing 707. Por último llegó la estrella de las estrellas, George Bush, en su Air Force One . A todos los recibió el primer ministro portugués, Jose Durao Barroso, que no cabía en sí de la dicha por servir de anfitrión a una reunión histórica que, sin duda, cambiará el destino del mundo.

No había tiempo que perder. Nada más aterrizar en la base militar estadounidense de Lajes, los tres mandatarios y el amable Durao se encerraron a decidir el futuro de Irak. Realmente, no había mucho que decidir, puesto que el encuentro duró sólo una hora. Tras la reunión, y antes de un cena rápida y frugal, comparecieron ante la prensa y anunciaron lo que ya se esperaba: que, salvo un milagro, Irak vivirá el apocalipsis de la guerra.

RAZONES LOGISTICAS

Durao explicó muy didácticamente por qué se había elegido como sede de la madre de todas las cumbres a la isla de Terceira. Dijo que no se hizo sólo por razones "logísticas" --queda a medio camino entre EEUU y Europa y reúne las condiciones de seguridad necesarias--, sino también por razones "políticas". Esto es, para escenificar que ambas partes hacían el mismo esfuerzo para encontrarse.

Lo que no dijo Durao es que Terceira también servía para la ocasión por su soledad geográfica, que permitía mantener a los ilustres mandatarios a resguardo de las manifestaciones multitudinarias contra la guerra que se multiplican por todo el mundo.

Pese a todo, unos 300 ciudadanos de la isla se colocaron tras las vallas que rodean la base militar y exhibieron pancartas y gritaron consignas contra la guerra en el momento en que los cuatro mandatarios se saludaban cerca de los aviones.

Los periodistas fueron dirigidos a un galpón para que pudieran trabajar, a la espera de la rueda de prensa. Los informadores españoles comprobaron qué quería decir Aznar cuando dijo días atrás que sacaría a España del rincón de la historia y la pondría en la Primera División: los organizadores de la rueda de prensa --estadounidenses, por supuesto-- habían reservado a los españoles las primeras filas de sillas.

En el salón relucían las banderas de la gran alianza contra el eje del mal, más la portuguesa. Los grandes entre los grandes proclamaron la buena nueva de que habían decidido derribar a un tirano.