Las lluvias apagaron ayer la mayoría de los incendios forestales en Galicia y apaciguaron el infierno en el que se había convertido Portugal en las dos últimas semanas. Habitantes y bomberos comenzaron a respirar de alivio, aunque antes de que se notaran los efectos de la borrasca se vivieron en algunos puntos de Galicia momentos de gran tensión.

La localidad orensana de Laza, una pequeña aldea, se vio en un abrir y cerrar de ojos rodeada por las llamas. Sus poco más de 80 habitantes tuvieron que ser desalojados. Uno de los vecinos estuvo a punto de ser engullido por el fuego, situación que evitaron las brigadas antiincendios rociándolo con agua. "Por la mañana lloraba como un niño, y es un hombre hecho y derecho", comentó una vecina. El teniente de alcalde, José Ramón Barreal, llegó a calificar la situación vivida de "atentado terrorista contra la naturaleza y contra el bien público".

Pero el mal tiempo ha traído buenas caras. En Galicia no quedaban ayer más que media docena de incendios activos. En Portugal no había ya ningún fuego fuera de control, aunque sí zonas bajo vigilancia para evitar que se reavivasen llamas ya extinguidas.

El balance realizado ayer arrojaba unos datos escalofriantes. En total, en la comunidad autónoma de Galicia se han quemado 39.000 hectáreas, mientras que en Portugal, en lo que va de año, el fuego ya ha arrasado 180.000 hectáreas.

Por su parte, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, denunció ayer que "no sólo en Galicia, sino en toda España" existe "complicidad social" y "tolerancia" con los fuegos que se producen ya que consideró ingenuo creer que el incendiario "actúa individualmente".