La interrupción del embarazo, basada en decisiones trascendentalmente humanas, es una determinación encuadrada en parámetros tan humanos como la evolución de la misma especie.

La selección natural ha actuado más eficazmente durante millones de años en su propia evolución, sin atenerse a cualquier decisión de corte dogmático o político, aconsejada por personas ‘iluminadas’ que creen estar conectadas con su particular oráculo.

La mujer está por encima de esos falsos oráculos. Y además, es la que tiene que apechugar con las consecuencias ante la discriminatoria sociedad. Negándose a ese tipo de valores, que camuflados bajo ciertos estereotipos, se venden con una connotación meramente religiosa.

Cuestionar el aborto desde el autoritarismo de ‘sota, caballo y rey’ no deja de ser una decisión anclada en ideas retrógradas y machistas. No hacen falta muchos técnicos en la materia, para adivinar qué tipo de vida le espera a un bebé al que la propia sociedad le pone etiqueta.