Los medios muestran estos días de Navidad la cara amable de fútbol. Bien diferente es la situación que viven aquellos a los que sus clubes desechan; esos que sienten la presión mediante el bolsillo por parte de quienes saben con certeza que existe una familia que depende de ese sueldo, ahora navideño. Un dinero que se le niega el mismo día que el resto de sus compañeros se acicalaba para celebrar una cena de Navidad de hipócrita confraternidad. Mientras unos niños sonríen con la visita de sus ídolos del fútbol, otros niños esperan en casa a su ídolo, aunque este año no traiga regalos.