Una clase magistral de Jose Luis Alonso de Santos es asomarse de puntillas a la inmensidad de su conocimiento. Se adueña del silencio. Del tuyo, del suyo y del que venga. Traza una línea recta donde los demás hacemos un garabato y esa sencillez abruma por su verdad y su contenido. Dramaturgo, director escénico, guionista, actor y psicólogo, entre otros, definiéndose como autor, sin interés alguno en hablar sobre sí mismo. Así, tal cual.

Su primera regla ha sido que borre una línea sí otra no de todo lo que escriba, sin mirarlo. ¿O no os parece igual? Insta al estudio de la profundidad implícita de las palabras, a la duda de la duda, al riesgo, al atrevimiento, al trabajo, al esfuerzo, a la comunicación, al positivismo y a la ironía. Socarrón, carismático y listo,… muy listo, tanto como para llevar un barco desde la India al puerto de Barcelona, con el dedo meñique del pie, mientras escribe el guión de su próxima obra de teatro. Embaucada por su capacidad para simplificar y para dirigir personas.

En este orden. Simplificar en el más amplio y profundo de los sentidos es uno de los conceptos que te mejora la vida visiblemente : reducir necesidades diferenciando las mismas de los deseos (el deseo es algo controlable, la necesidad nos agobia, Rafael Santandreu); controlar el lenguaje usándolo con propiedad, si no sabes que decir, cállate, no dejes que el horror vacui te invada; positivismo, ahorro de gasto energético innecesario. Dejad las tragedias griegas para los escenarios, preferiblemente espacios interiores; bien, mal, todos, justicia, tópicos,… echa pa’ fuera telarañas. Desaprender para aprender. No cerrar caminos al pensamiento; distinguir lo principal de lo secundario. Priorizar y relativizar; sintetizar hasta exterminar: el olvido del yo. Dos letras sin significado.

No vivir con apego a estas dos letras que no son nada. Una Y y una O. Jose Luis se paseaba con un YO grande escrito de su puño y letra de forma apresurada sobre una libreta de cuadros, acercándola a nuestras narices gritando: “Esto no es nada. ¡Nada! Una Y y una O. Una trampa de vanidad y orgullo. ¡Nada!” Gritaba, a la vez que se movía de forma rápida, entre agachado y encorvado, con aspavientos y una sonrisa cómplice y sapiente. “¡Nada!” Y a mí se me saltaron las lágrimas.

No por mí, ni por mi yo, al que empujé de mi silla avergonzada de que estuviera sentado dentro de mí, fue por ese punto de emoción, de saber que presencias algo excepcional, grande, irrepetible, y te dices, bendita la hora que me apunté a este curso, cuando aún tenía yo, que ahora que ya no tengo yo, no sé bien como hubiera resuelto el tema de inscribirme, sería algo así como Sosia en Anfitrión, confuso, sin identidad. Un brote de síndrome de Stendhal, pero sin el yo de Stendhal. Eh… Tenemos todo el verano. Dirigir compañías de teatro, series televisivas, producciones de cine y hasta algún circo, de forma no autoritaria, efectiva y eficiente avalan consejos sobre como conducir personas ante los que abrir las orejas y cerrar la boca. Vuelta a la simpleza, las ordenes claras y el no dar por hecho lo que no está hecho. No perder de vista el objetivo, sin dejar que el ruido te haga perder el rumbo, y hacer que el puto barco llegue al puerto de Barcelona, pase lo que pase. Nos ha hablado de teatro, con sus fases de planificación, dudas, decisiones y última parte de relajación hasta llegar al estreno. La necesidad de estudio de muchas artes, como filosofía, literatura, pintura, música,… El peligro de confiar a la inspiración la parte del trabajo. La seguridad en el trabajo, en el desarrollo de tu arte, la autoestima. La empatía con el público, amigo omnipresente. Ha mencionado obras y frases de Kant, Sócrates, Descartes, Sartre, Shakespeare, Cervantes, Woody Allen,… y en todo momento decía que hablaba de teatro. Cualquiera diría que hablaba de la vida misma . No será mi yo quien se atreva. Qué vida ésta, eh hija. Sí, que vida ésta. Que vida ésta. Jose Luis Alonso “La estanquera de Vallecas” María José Trinidad Ruiz www.trinidadruiz.com