Invisibles es un documental solidario firmado por Fernando León de Aranoa, Mariano Barroso, Javier Corcuera, Isabel Coixet y Wim Wenders, producido por Javier Bardem y rodado para celebrar el veinte aniversario de la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF). Se trata de cinco historias sobre injusticias alrededor del mundo: la violencia sexual contra las mujeres, los niños-soldado, el acoso a los campesinos por parte de grupos armados o la indiferencia de los laboratorios frente a las enfermedades en zonas pobres. Temas que convierten a sus protagonistas en invisibles para Occidente.

Hace tres años acompañó a un equipo de MSF a Etiopía en una campaña contra la malaria.

--Iba a participar en una película de Erin Dignam, junto a Sean Penn y Robin Wright, que por cierto todavía no se ha rodado. Se hará. Mi personaje es un doctor desplazado a Africa por lo que pedí asesoramiento a MSF. Me propusieron que conociera el trabajo sobre el terreno, ir a lo que llaman una misión fácil. Me fascinó la relación nada altruista que mantienen con la ayuda. Son gente capacitada, preparada, dotada de un espíritu de sacrificio admirable. ¿Qué se puede hacer?, me repetía. Se me ocurrió filmar un espot con mi vídeo. Pero me quedó la sensación de que era poco. Le dí vueltas y, al final, propuse la idea de abordar los conflictos olvidados.

¿Los invisibles?

--Sí. La primera vez que oí hablar de ellos fue cuando acompañé a Aitor Zabalgogeazkoa, que hoy es director general de MSF, a un poblado aislado de Etiopía. Le comenté que llegaban dónde nadie lo hacía. "Sí, tratamos a los que nadie ve, a los que parece que no existen pero están ahí", respondió Aitor. Eso fue un coletazo. Vivimos en una sociedad individualista, excluyente y tan ansiosa que nadie sabe hacia dónde va, y me encuentro con un grupo de gente que se encarga de no perder de vista a los que estamos dejando atrás. No hablo de culpas pero si de responsabilidades. Suena fuerte pero es así: nuestro bienestar se basa en la miseria de muchas personas. ¡Millones!

Y conectó con Coixet, Wim Wenders, Mariano Barroso, Fernando León y Javier Corcuera.

--Les pasé la lista de las crisis olvidadas. Nadie me dijo que no. Cada cineasta eligió un conflicto. Todo el mundo se ha volcado, el equipo de producción, las instituciones públicas, las televisiones, Jaume Roures... Es un filme modesto pero importante por lo que cuenta.

La producción de ´Invisibles´ coincidió con dos de sus rodajes: ´No country for old men´, dirigida por los hermanos Coen, y ´El amor en los tiempos del cólera´, de Mike Newell.

--A diario estaba con Invisibles , aunque fuera desde Colombia vía satélite. Recuerdo un día, con el ayudante de dirección de Newel diciendo "motor" y yo literalmente ante la cámara, maquillado de 74 años, hablando por teléfono. Hasta ese punto llegaba. Como actor, a menudo, te sientes solo. Haces lo tuyo y te vas. Gracias a Invisibles he crecido: me he volcado en los demás.

¿No le llena ser actor?

--Vi un reportaje en el que un psicólogo decía que un artista y un loco tienen billetes de ida hacia la locura pero solo uno consigue el de vuelta. Me identifico: Actuar es un viaje hacia la locura con billete de vuelta. Se debe perder el control para tocar la cuerda de la creatividad. Desde la razón no se puede crear.

¿A qué dice no?

--A lo que no me conmueve. El cine tiene una fuerza descomunal: sienta a millones de personas en una sala oscura. Mi criba es buscar lo que tiene sentido humano, sea desde el dolor, desde el placer o desde el amor. Nunca acepto algo banal o frívolo.

¿Que sintió cuando lo llamaron los hermanos Coen?

--Aunque sea tópico, me ilusionó. Una quimera hecha realidad.

Y ahora, Woody Allen al lado de Penélope Cruz, con quien no comparte planos desde ´Jamón, jamón´.

--Mi papel es secreto de sumario. Allen me encanta. Quita la paja. No tiene artificios. Volver a trabajar con Penélope es un placer. Han pasado 15 años, muchas historias. Es un bonito reencuentro rodar en la misma ciudad en la que se produjo el filme de Bigas. ¡Que vista tuvo!