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Paseo por la eternidad

Buen viento, buen casamiento

PALACIO DE ABRANTES. "Merece la pena contemplar los esgrafiados, especialmente por la vinculación con Valdefuentes".

Buen viento, buen casamiento

En plena guerra sucesoria entre Isabel la Católica y su sobrina Juana de Castilla, el placentino Francisco de Carvajal levantó pendones por la primera en su ciudad y redujo a los partidarios de la Beltraneja, pasando a ser conocido como el de la Reducción . Su hijo (medio cacereño, pues era hijo de Aldonza de Sande) Juan de Sande Carvajal, también participó en el hecho, partiendo de Cáceres con 50 caballeros. Había casado con una cacereña, Leonor de Saavedra, de los Saavedra del Postigo, y se asentaría definitivamente en la Villa, y prestó numerosos servicios a la Reina Católica como Capitán de Guardias, luchando en Navarra y después teniendo el mismo oficio con Juana la Loca.

Francisco de Sande Carvajal y Leonor de Saavedra construyeron sus casas extramuros, en la calle de Sancti Spiritus, levantando una de las torres más hermosas y monumentales de todo Cáceres, que aún conserva el airosísimo matacán soportado por mensulones decorados con ovas. Cerca de la torre debió estar la portada original, tal vez bajo las hermosas armerías cuarteladas que se protegen bajo ajimez curvo y decoración polilobulada. Algunos vanos de esta fachada son realmente hermosos. Merece la pena contemplar los esgrafiados, especialmente por la vinculación de esta casa con Valdefuentes, cuna de grandes maestros de esta disciplina.

Pero la fachada principal, hoy, es la que abre a la Plaza del Duque, castizamente conocida como las Cuatro Esquinas, fruto de la reforma a la que, en 1559, sometió el hijo de los fundadores, de igual nombre, a las casas de sus mayores. Es muy austero el frontispicio, poseyendo una austera y antigua elegancia. Es irregular, mostrando, a la derecha del espectador, lo que pudo ser otra torre cercenada. El centro lo ocupa una portada de arco de medio punto con dovelas planas, que recuerda la intervención de Pedro Gómez en la Casa del Sol. El único elemento decorativo en toda la fachada es el antiguo blasón encajado en un arrabá. Los vanos del bajo y el principal son fruto de reformas posteriores y, los únicos que presentan verdadera antigüedad son los de la planta superior.

El interior alberga dos patios, uno renaciente, al que se accede tras el zaguán y otro gótico, vinculado a lo que, en su día, fue fachada principal. Asimismo destacan las hermosísimas portadas interiores, fruto de la madurez de Pedro Gómez. Se conserva, todavía hoy, el documento en el que se detallaban tanto el diseño de la obra, como su ejecución y el coste de la misma: que vos, el dho Pero Gomez me hagays dos portadas de dos salas de la casa principal donde yo el dho Jun de Sande porque os dé e pague §inquenta ducados de oro e justo peso. El contrato es delicioso, pormenorizado, desde la piedra de la Zafrilla hasta la hechura concreta de ambas portadas, la una con estípites, la otra con sátiros. Leer la escritura y comprobar la perdurabilidad de la obra es escalofriante y comprobar que ahí continúa un dintel enterizo y asimesmo las jambas y colunas y figuras (...) y a de aver un escudo en lo alto. Eternidad, eternidad, eternidad conservada en legajos y cantería.

Estos Carvajales fueron creados Condes de la Quinta de la Enjarada, y en el siglo XVII, entroncaron con los Lancáster portugueses, por matrimonio de Barnardino de Carvajal, II Conde (el excomulgado por el Arco de la Estrella) con Josefa de Lancáster, Duquesa de Abrantes y de Linares, Marquesa de Valdefuentes, de Puerto Seguro y de Sardoal. Hijo de este matrimonio sería el ilustrado José de Carvajal Lancáster, Caballero del Toisón de Oro y primer ministro de Fernando VI. Estos Carvajales son una de las más ilustres familias de Extremadura, dieron a la Iglesia tres Cardenales (uno de ellos, incluso, antipapa, como veremos la próxima semana), Patriarcas, Obispos, y de este matrimonio descienden, además de los títulos ya citados, otros de tanto peso como los Duques de Aveiro y de Veragua, los Marqueses de Goubea, de Navamorcuende y de Isasi, o los Condes de Mayalde, de Carvajal y de Aguilar de Inestrillas entre muchos otros.

Residencia femenina

Recayó en el siglo XIX en los Marqueses de Valdefuentes, propietarios de la Casa del Aguila, quienes vendieron, más tarde el palacio a los Grande. Hace unos años adquirieron el edificio las Hijas de Cristo Rey, quienes obraron dignamente el edificio (que posee soberbios artesonados) y establecieron en él una residencia universitaria femenina. Se trasladaron aquí desde la conocida como Casa Rectoral de Santa María, primitivo solar de los Cáceres Saavedra, que les donó a comienzos del XX Petra Fernández-Trejo, hoy ocupada por los Franciscanos de la Cruz Blanca.

El verano trae su calor sofocante, sus días de luz rabiosa, sus horas, tan difíciles de llenar. Brilla el sol sobre la torre de Abrantes y, a su sombra, veo pasar el tiempo, que no se detiene, no vuelve atrás y continúa --inexorable y eterno-- aplastando cuerpos y almas con su implacable rueda.

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