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Perspectivas

Cenas de empresa

Tras el puente de celebración de la Inmaculada Concepción y el aniversario de nuestra Carta Magna, comienza el período de reuniones sociales previas a la Navidad... este año un tanto menos abundantes que el anterior --y más paupérrimas, si cabe--. Las que antes eran de obligada e incluso deseada concurrencia, se han transformado en costumbres pasadas a mejor vida. La caída en picado del negocio, el cierre masivo de empresas y los continuos 'EREs' nacionales han provocado no sólo un número alarmante de desempleados en el país, sino una situación de desesperanza tal entre los ciudadanos, que hablar en público de reuniones laborales festivas puede llegar a ser incluso ofensivo.

Las cenas de empresa (como ya lo hicieran las cestas de Navidad) han pasado a ser, en la mayor parte de los casos, leyendas urbanas , y aunque los hosteleros extremeños se han hecho eco de la situación y han reducido considerablemente los precios de los menús, pocas serán las mesas que ocuparán estas semanas.

Por otro lado, la generosidad propia que corría en los bolsillos de antaño, se ha visto suplida por la lógica realidad de los días en los que vivimos, prefiriendo reservar fondos para vacas flacas, a derrocharlos en comidas empresariales. Aun así, afortunadamente para nuestros hosteleros, aún quedan supervivientes a esta época de crisis cuya filosofía es otra, y en estos días reunirán fuerzas (y alguna moneda de más) para celebrar que conservan un puesto de trabajo con el que poder sacar adelante a los suyos. Porque hoy en día, estar empleado o tener negocio propio es digno de brindis; y el que se encuentre en tal situación, cuanto menos, se siente privilegiado por haber sido tocado por la varita mágica del Hada del Trabajo , tan ausente en los últimos años.

Pero ya que estamos hablando de estos menesteres, me pregunto: ¿Por qué no celebrar una cena para los que pertenecen a la empresa más grande que existe en España, el INEM? Una cena para ellos y los suyos, como hacían antiguamente las grandes empresas, cuando por Navidad reunían a sus trabajadores con las familias y les ofrecían un gran banquete. Una gran comida y/o cena donde no falte de nada, y, por supuesto, en la que paguen los jefes. Esa sí que sería una reunión memorable.

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