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Tribuna abierta

La caspa dentro de la casta

C on motivo de la reciente convocatoria de elecciones primarias en el Partido Popular para encontrar entre sus militantes el tipo ideal de líder que sustituyera a Mariano Rajoy Brey -felizmente devuelto a su atávica profesión de Registrador de la Propiedad- y ponerle al frente del aparato del partido; hemos descubierto con cierto estupor la complejísima estructura de esta fuerza política, que ha llegado a gobernar al país casi quince años -entre los ocho que gobernó Aznar y los seis que ha estado Rajoy-durante los cuales han convertido a España en una lastimosa almoneda de empresas estatales, de suelo público, de cargos políticos y de cualquier elemento nacional susceptible de ser vendido; que ha pasado, por oscuros ‘tejemanejes’ de ser privatizado. Completando su labor gubernativa con una miríada de obras faraónicas sin terminar y sin inaugurar de las cuales, los dirigentes populares han sacado notables porcentajes poco claros; algunas cuentas off shore en paraísos fiscales, amnistías impositivas y rescates bancarios, que les han permitido disponer de dinero muy oscuro, por no decir negro, sin control ni trasparencia; que los más ingeniosos han llamado caja B o contabilidad extracontable, que es mucho más sofisticado para designar una práctica corrupta.

Todas estas manipulaciones en la opacidad de la oscura Génova, han ido configurando una organización aglutinada por el nepotismo clientelar de los que tenían cargos administrativos y podían repartir empleos, prebendas, sinecuras, porcentajes o asignaciones presupuestarias, a cambio de sus votos, en pueblos, ciudades, provincias o comunidades autónomas que cayeran bajo su satrapía ocasional, formando una verdadera casta; que, como les votaban reiteradamente en las elecciones, llegaron a pensar que eran afiliados de carnet de su partido; al corriente de cuotas, y miembros natos de su misma cuerda.

También nos hemos enterado casi de casualidad que de toda la masa de seguidores y militantes, 863.000 según sus propias cuentas, que le hacían el partido político más grande e importante de Europa, apenas pagaban sus cuotas unos 63.000; aquellos más beneficiados y deudores de favores; que eran la verdadera caspa dentro de la casta: familias y sectores económicos tradicionales, que habían forjado sus fortunas, precisamente, en la vorágine de privatizaciones, concesiones administrativas, licencias de obras públicas, y porcentajes ilegales que se encontraban reflejados en los papeles de Bárcenas, en los de Panamá, en Suiza y en multitud de empresas intermedias y opacas que navegaban siempre muy lejos de las costas españolas.

En realidad, parece ser que todo este aparato de primarias, inventado y regulado por el aparato de siempre, no ha sido más que un montaje escenográfico para hacer ruido en los medios de información y de comunicación; aireando con cierta desfachatez que el PP es un partido democrático. Todo ello, como podemos comprobar, posverdad de escaso calado. Mentiras, en definitiva, que son las que más han caracterizado a una organización política nacida por iniciativa de los siete magníficos ministros de Franco; que votó en contra de la Constitución Española de 1978 en el Congreso de los Diputados; que maduró con Fraga Iribarne, en Galicia, con cajas B muy sospechosas y que ha terminado con los procesamientos de gran parte de los ministros de Aznar; con la reprobación de cuatro de los ministros de Rajoy, y con la condena a título lucrativo de la totalidad del partido; por haber aprovechado los enjuagues de la trama Gürtel para financiar varias de sus campañas electorales.

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