Valentín Romero es celador del hospital desde el año 1982. «Venía del sector de la hostelería y para mí supuso entrar en un mundo nuevo, pero enseguida encontré una gran familia. Desde el principio me gustó mucho mi profesión. He disfrutado un montón, he tenido una suerte grandísima de haber trabajado con compañeros estupendos», cuenta Valentín, que ya está pronto a jubilarse.

Conoce el hospital como la palma de su mano, valora todos los servicios, todas las especialidades, la labor de cada profesional, pero confiesa que siempre ha tenido una debilidad: «cuando se abrió el servicio de Geriatría me di cuenta de que era mi vocación. Se creó un equipo de gente joven con los que he trabajado 28 años, sigo encantado», desvela. «Siempre me ha gustado mucho dedicarme a los mayores, son muy agradecidos, tienen un trato espléndido. A veces se ven solos y necesitan mucho cariño. Cuando falto algunos días al trabajo me dicen que me echan de menos. Es mi mayor orgullo. El trato humano resulta fundamental en esta profesión, el paciente debe verse atendido y protegido».

A su juicio, el celador es clave en los hospitales «porque pasamos por todas las secciones, tenemos una labor más importante de lo que creemos». Él esta «muy satisfecho» de su trabajo, de sus compañeros, «que son verdaderos fenómenos». Pronto tocará despedirse del hospital. «Lo echaremos mucho de menos. Aquí todo el mundo nos damos los buenos días, y eso sí es importante».