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«Me pegaban delante de los profesores»

Dos mujeres, de entre 18 y 40 años, relatan desde Cáceres para EL PERIÓDICO sus historias de cómo plantaron cara al acoso desde la infancia y adolescencia H Ahora tienen el valor para contarlo y buscan concienciar a la sociedad de esta lacra

«Me pegaban delante de los profesores»

El testimonio de dos mujeres, de entre 18 y 40 años, que han sufrido acoso desde el colegio y el instituto, pretenden concienciar de que está presente en la sociedad del momento. Ahora, ambas han superado la situación y pueden hablar de ello. Lo hacen desde el anonimato para EL PERIÓDICO.

Una mujer de unos 40 años, relata cómo logró plantarle cara al bullying desde Cáceres, su historia comienza en el colegio con 6 años:

«Se metían conmigo y me insultaban. Eran dos niñas, una de ellas, la más guapa, era la que tenía las ideas y la otra la apoyaba. Me mandaban que fuera a traerles los abrigos, que les recogiera los cuadernos o les llevara la mochila. A pesar de lo mal que me sentía era incapaz de decir ‘no’. No recuerdo cuánto tiempo duró esto, pero me costaba ir al colegio.

Un día, en casa, durante la comida, le pregunté a mis padres qué podía hacer cuando me insultaban. Mi padre sugirió una respuesta violenta, que les insultara de vuelta, y si era necesario que diera un bofetón y me fuera. Recuerdo a mi padre muy enfadado. Mi madre escandalizada, y supongo también asustada, reprendió a mi padre. Tuvieron una bronca muy fuerte y yo me quedé sin respuesta. Me sentí culpable, desorientada y sola. Otro día, otra niña diferente se metió conmigo. Estaba llena de rabia y, esa vez no medié palabra, le pegué un empujón contra una pared con todas mis ganas. Ahora la agresora era yo. Se montó un lío en el colegio, creo que le rompí las gafas, llamaron a mis padres y yo me sentí fatal.

A partir de ahí tuve problemas de aprendizaje de la lectura. Mi padre hacía fichas de sílabas conmigo todas las tardes. Pero nadie me pregunto qué me pasaba. Es cierto que después de aquello las otras dos nunca volvieron a meterse conmigo. Pero yo no volví a enfadarme, o ser agresiva. Siempre sonreía y me decían que era una niña muy buena. Negaba mi enfado y me las tragaba cuadradas, hasta los 21 años en el que un día grite a mi novio, y me sentí muy culpable.

Desde entonces, gracias a la terapia y la evolución personal, soy capaz de darme cuenta de cuando me enfado, puedo legitimarlo y puedo decir: ‘no’. He aprendido a decir lo que no me gusta y a poner límites, aunque a los demás les pueda incomodar. A veces, sobre todo al principio, me salía el enfado a borbotones, como si fuera una olla a presión. Pero cada vez lo modulo mejor y puedo decir lo que quiero y lo que no quiero, con tranquilidad. También he aprendido a comprender a mis padres. ¡Cuánto les quiero!».

Una joven de unos 18 años también narra su historia para este diario, los diferentes tipos de acoso que han formado parte de su vida desde el instituto:

«Realmente las personas pueden ser muy crueles, esta es una de las frases que he aprendido por las malas durante mis años en el instituto. Todo comenzó cuando mis días de verano terminaron y empecé esa etapa que pintan tan maravillosa en las películas de Hollywood. Pronto, todos mis deseos de iniciar un nuevo ciclo de mi vida al lado de otras amistades se convirtieron en una de mis mayores pesadillas.

Para mi asombro, casi ninguno de mis compañeros trató de conocerme; eso sí, aprovecharon lo ‘rara’ que era para burlarse de mí. Con sus insultos no solo me desvalorizaban como persona diariamente, también me apartaban del grupo de clase, me hacían sentir mal con mi ropa y mi físico, me pegaban, me humillaban delante de los profesores, quienes se mostraban pasivos ante esta circunstancia…

Esta situación llegó hasta el punto del ciberacoso; en ese momento la red social por excelencia era Tuenti. Algunas compañeras de mi clase a las que yo consideraba mis ‘amigas’ decidieron avergonzarme públicamente comentando una foto de mi hermana pequeña y mía con palabras ofensivas. En ese momento no vi otra salida que eliminar mi cuenta en esta plataforma y no contar nada a mis padres para no preocuparles…, ahora mismo echando la vista atrás, fue muy mala decisión; callarse no hace que los problemas desaparezcan, sino al contrario, solo hizo que me volviera más débil ante los insultos, no supiera defenderme y me viera sola sin ningún apoyo.

Las cosas empeoraron cuando el acoso se volvió constante e insostenible. Mi madre, que notó un cambio muy significativo en mi peso, en mi forma de ser y en mi manera de afrontar las cosas, se preocupó de mi cambio tan radical y repentino, y decidió hablar con el director del instituto, mostrando uno de los partes médicos que diagnosticaban una parada cardíaca tras un intento de suicidio. Una vez más, los docentes fueron incompetentes y, desde mi punto de vista, no supieron dar una solución efectiva al problema.

A pesar de que las cosas han cambiado un poco desde que llegué a Cáceres, siempre voy a sufrir los estragos de esta mala experiencia. Obviamente mi autoestima es muy baja, tengo muchos complejos, sobre todo con mi físico, me siento inferior a muchas de las personas que están a mi alrededor y soy muy tímida al relacionarme con los demás.

Para finalizar, veo fundamental añadir que actualmente estoy estudiando Educación Social, porque mi sueño siempre ha sido ayudar a personas excluidas como yo en esta etapa tan dura de mi adolescencia, a mejorar su calidad de vida y a conseguir sus objetivos. Una de mis aspiraciones, que espero cumplir al finalizar mis estudios, es trabajar en un centro especializado en trastornos alimenticios, ya que considero que muchos de los métodos que se aplican en esta institución carecen de profesionalidad y no te preparan correctamente para la vida en sociedad».

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